Hemos llegado a un punto en que no se puede hacer política sin dinero, “no importa de dónde provenga”, como dijera un candidato a la presidencia, hace algunos años. Y efectivamente, el dinero “llegó”. ¡Y mucho! Tanto llegó que le permitió llegar al Palacio Nacional donde se mantuvo durante tres períodos.
Como he dicho en artículos anteriores, los partidos y la práctica política se han degradado tanto que ningún ciudadano trabajador y honrado, con verdadera vocación de servicio y amor por su pueblo, puede aspirar a un cargo electivo si no tiene mucho dinero.
Para convertirse en regidor, alcalde, diputado o senador, hay que disponer de una verdadera fortuna. Los méritos profesionales, éticos y morales, no cuentan. El dinero -no importa su procedencia- lo determina todo. ¡Lamentablemente!
Gracias al dinero hay tantos “ñames” en el Congreso que jamás morirán de un derrame cerebral porque no lo tienen. (No quiero ofender al ñame, un tubérculo tan rico y de tantas propiedades saludables)
Durante los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana las finanzas de muchos de sus dirigentes crecieron exponencialmente sin que se produjera ninguna investigación sobre la procedencia de la más espectacular acumulación de capitales que registra la historia del país.
Durante esos años proliferaron las “bancas de apuestas” y otros juegos de azar. Las amas de casa gastaban el 30% de los ingresos de sus familias en loterías. Cada grupo o sector dentro del PLD tenía su propia “Loto”. La verdadera “fábrica de millonarios”, no de presidentes, estaba en el partido de gobierno.
Pero no sólo proliferaron los juegos de azar, también se permitió en demasía el lavado de activo a través de negocios diversos y el narcotráfico. El PLD dejó, según algunos cálculos, más de cien mil puntos de drogas.
La corrupción no se expresaba exclusivamente en las instituciones del Estado. Un Narco-Estado se inauguró desde el mismo Palacio Nacional.
Hoy, con la llegada al poder del Partido Revolucionario Moderno, bajo la conducción de Luís Abinader, vamos descubriendo la magnitud de la corrupción y el narcotráfico, que operaron libremente bajo el manto protector de las autoridades.
La impunidad fue la principal característica de los gobiernos del nefasto PLD, que dejó una herencia maldita de la cual el país no se desapoderará tan fácilmente ni en poco tiempo.
El daño que ese partido le hizo a la sociedad dominicana fue demasiado grande; el pueblo ni se imagina todo lo que encontró Luís Abinader a su llegada al Palacio Nacional. (El Estadio Olímpico debe convertirse en una cárcel masiva para meterlos)
El presidente Abinader quiere “sanear” el Estado combatiendo la corrupción tanto del pasado como del presente. “Se acabaron las vacas sagradas. El que la hizo la pagará”, ha dicho reiteradamente.
Creo -presidente- que también hay que sanear los partidos y la práctica política propiciando una ley de partidos y de régimen electoral que impida el transfuguismo, la doble militancia, la falta de valores en la actividad política, que castiguen el delito electoral, etc.
Precisamos de leyes verdaderas, no de mamotretos como los aprobados por el Congreso de Danilo Medina. No se puede sanear el Estado sin sanear a los partidos. Ambas cosas deben hacerse paralelamente, pero coincidiendo en los valores y principios que deben primar en la actividad política y en el ejercicio del poder.
El dinero -insisto- no puede seguir siendo un factor determinante en el éxito o el fracaso en la política. El autor es periodista