La República Dominicana hasta hace pocos años contaba con un sistema de partidos fuertes, cabe recordar en los años 90 los tiempos de grandes glorias del Partido Revolucionario Dominicano, el Partido Reformista Social Cristiano, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y otros de bajas simpatías, pero de una fuerte participación como la Fuerza Nacional Progresista, el Partido Comunista Dominicano, el Partido Quisqueyano Demócrata, el Partido Revolucionario Social Cristiano, luego el Bloque Institucional Social Demócrata y otros que ejercieron una influencia determinante en todas las instancias de la sociedad.
Los partidos tenían sus tentáculos en todo el conjunto del Estado, en los sindicatos, juntas de vecinos, en la UASD, escuelas públicas, entidades culturales, deportivas, sociales, las iglesias y demás.
Cómo olvidar los grandes mítines de esos tres partidos frente al Puente de la 17, en la intersección de las avenidas 27 de Febrero y Máximo Gómez; y las interminables marchas que surcaron a Santo Domingo y otras ciudades de extremo a extremos, en realidad fueron momentos de trascendencia en la vida política de la nación.
Pero todas las grandes gestas terminan por la evolución misma de la humanidad, o por la acción directa de algún ejercicio de poder absolutista, autoritario, tiránico o dictatorial; porque se pierden los estribos y la soberbia domina a los reyes.
Hace cerca de tres años escribí un trabajo en el que revele que en el mes de noviembre del 1996 Danilo Medina sostuvo un encuentro en un hotel de Boca Chica con sus colaboradores más cercano, a quienes manifestó: “vamos a trabajar en la construcción de una corriente que en el tiempo se convertirá en el partido mismo”. Y para consolidar ese proyecto exigía fidelidad no al PLD, o al gobierno, sino a su persona.
Advertí que era un proyecto tan autoritario, que Medina al resultar electo como candidato presidencial en los comicios del año 2000, en su campaña eliminó las siglas: “PLD” por su nombre y en las banderas de esa entidad colocó la estampa: “Danilo”, es decir, se pretendía suplantar la filosofía de toda una institución por un ego personal.
Esa ambición era tan digna de preocupación, que en el 2015 promovió una reforma constitucional para retener el poder, y tres años después trató de repetir esa acción con el mismo objetivo, y como se levantó una fuerte ola de oposición con el 87 por ciento de aprobación social, entonces, ordenó secuestrar las instalaciones del Congreso Nacional para demostrar: “que yo soy el jefe”, movimiento que fracasó porque además del amplio rechazo popular, Estados Unidos a través del secretario de Estado Mike Pompeo, le advirtió de las consecuencias de consumar su objetivo.
Tras fracasar el Plan A, entonces hizo aprobar una ley de partidos a su imagen y semejanza, que a pesar de que los tratadistas del derecho, academias, líderes sociales y otras voces de fuera y dentro de su entidad política le advirtieron que era inconstitucional, antidemocrática y personalista, la impuso a sangres y fuego, hoy esa pieza ha sido desmantelada por la Corte Constitucional, por los factores antes descritos.
Ya el PRD había colapsado tras los comicios presidenciales del 2012, que entró en crisis interna y la situación cayó en manos del Tribunal Superior Electoral, donde precisamente el señor Medina tenía una influencia importante, y no cedieron un solo recurso a la facción que sale de esta organización y luego se consolida como el hoy gobernante Partido Revolucionario Moderno -PRM-.
El PRSC, desde la muerte de su líder histórico, el doctor Joaquín Balaguer, había iniciado un proceso de desgate del cual nunca se ha recuperado, que lo ha llevado a convertirse en una fuerza minoritaria con menos del 2 por ciento del electorado.
El PLD que fue construido por el profesor Juan Bosch con una fuerte estructura institucional, a tal punto que sus opositores le definían como “una logia”, porque era integrado por organismos, un Comité Central que era la máxima autoridad, y el Comité Político como el órgano ejecutor de los mandatos del primero.
Parecía un Goliat invencible, a tal punto que en la región comparaban su hegemonía de poder, con el PRI, de México; el APRA, de Perú; el Justicialista de Argentina y otros. Había alcanzado un posicionamiento tan fuerte, que el objetivo de sus adversarios era quitarle un pedazo del pastel.
En el Senado de 32 escaños fue capaz de llevarse 22, 29 y luego todas las posiciones; en la Cámara de Diputados, la mayoría absoluta; y todas las grandes alcaldías, era una especie de “ciclón batatero”, que se llevaba todo por delante, y solo dejaba las migajas.
Pero ya todo esto es historia, la nación se ha unido en América Latina al concierto de países donde las fuerzas políticas están en crisis, que llevó a inventos políticos catastróficos como el de Alberto Fujimori en Perú; Hugo Chávez en Venezuela; Jean Beltrand Aristide en Haití y otros.
La crisis del sistema de partido en la región es tan profunda, que cualquier reguetonero, con cinco centavos de cerebro, tiene más prestigios que los políticos que han reconfigurado la vida de estos pueblos en las últimas décadas.
Como el caso de Perú, donde guardan prisión o son perseguidos, todos los que han gobernado en los últimos 20 años; en Colombia la oposición le ganó al gobierno el referéndum para legitimar el proceso de paz; las grandes protestas populares en Chile que llevó a devolver a los trabajadores los fondos de pensiones; el colapso del PRI en México y la aparición del hoy gobernante, Movimiento para la Renovación Nacional –Morena-; el caso último en Nicaragua, donde el dictador de esta nación encarceló a todos sus competidores en las pasadas elecciones para él y su mujer eternizarse en el poder.
Esta crisis en que está sumida la política en la región, obliga a los líderes veteranos de los diversos países, a olvidar las diferencias políticas que puedan tener, y crear una instancia de estudio, análisis y debate, en el cual puede colaborar la Organización de Estados Americanos, y su secretario general Luis Almagro @Almagro_OEA2015; para rescatar la vida institucional de los partidos políticos.
No debemos soslayar que hay grupos muy poderosos que están detrás de agresiones sistemáticas a los partidos políticos, porque de esta forma pueden “inventar” con entelequias seudo populares, que en realidad son instrumentos de presión para ellos imponer sus intereses a los futuros gobernantes.