Este 27 de febrero es preciso decir que esta isla caribeña fue originalmente dividida por dos imperios colonizadores, el español y el francés; previa conquista de su territorio y exterminio de sus pueblos originarios. El pueblo esclavo de la colonia francesa fue el primero en liberarse y en fundar la República de Haití en su parte Occidental.
La revolución haitiana fue decisiva para liberar la parte Oriental ocupada por España y para abolir la esclavitud en toda la isla (1822); un proceso de corta duración en tanto la conformación de una identidad nacional propia en la parte Oriental tendía a separarla de Haití y constituir otra República independiente.
La fundación de la República Dominicana (1844) y su accidentada primera independencia asumió por tanto las características de separación de Haití. A ese desenlace le siguieron intensas luchas contra las fuerzas imperiales españolas y el naciente imperialismo estadounidense, que procuraron someterla de nuevo; primero hubo de librarse la lucha contra la anexión a España y luego contra el neocolonialismo norteamericano, que aún perdura.
En la lucha por la separación de Haití -motivada en parte por influencias culturales de dos potencias colonizadoras diferentes, del desarrollo de culturas diferentes, idiomas distintos, creencias religiosas y fenotipos humanos relativamente diferenciados (uno predominantemente negro y otro mulato)- confluyeron anexionistas pro-españoles e independentistas liberales radicales.
Por eso la anexión a España no tardó en producirse, obligando a una heroica lucha por la restauración de la República independiente, que al paso de los años fue sensiblemente abatida hasta convertirse en neo-colonia de EEUU. Algo parecido aconteció en Haití, con el concurso de EEUU, Francia y Canadá, bajo hegemonía estadounidense. En fin, hemos devenido en dos países reiteradas veces intervenidos por EEUU y drásticamente re-colonizados, afectados por una maltratada separación que ha sido envenenada por racismos y seudo-nacionalismos aberrantes, estimulados por la impronta colonialista y los agentes políticos y sociales de la supremacía blanca.
La ideología pro-colonialista, impregnada de racismo, ha perdurado aquí más allá de la abolición formal de la esclavitud, también obstruida por la precaria subsistencia de los libertos y una forma de pensar y de vivir influida por la cultura de la sumisión y dependencia. Ella es pasado y presente, a pesar del inconmensurable aporte del producto libertario de la revolución haitiana a la causa de la igualdad. Racismo y coloniaje están siendo promovidos, con renovados fanatismos, por el sistema tradicional de partidos, la cúpula capitalista, los intelectuales a su servicio, sus medios de comunicación, el Presidente Abinader y su gobierno. ¡Terrible y bochornosa señal!