Pánico, miedo, temores, inseguridad y desconfianza, se han apoderado nuevamente de los usuarios del sistema de transporte de trenes en Nueva York.
A raíz del acto criminal que se produjo dentro de un tren de pasajeros el pasado martes, el miedo a usar este medio de transporte colectivo por parte de los neoyorkinos ha vuelto a renacer igual al que se vivió en la peor época de la pandemia del Covid-19, hace un par de años.
El atentado perpetrado por Frank James, un norteamericano de la raza negra, ya ha sido tipificado por las autoridades federales como un “acto terrorista imperdonable”.
El hecho ocurrió solo 24 horas después de que el congresista dominicano Adriano Espaillat se reuniera con el presidente Joe Biden para anunciar medidas contra las armas indetectables, conocidas en inglés como “ghost guns”.
James, de 62 años, cargado de frustración, habría planificado con premeditación y alevosía disparar su arma de fuego contra pasajeros que le acompañaran en uno de los vagones del tren seleccionado por este.
Antes de cometer el hecho, James había subido en su página de Facebook y de Youtube varios videos en los que denigra a las mujeres afroamericanas, acusa a los Estados Unidos de racista, muestra desprecio contra ciudadanos puertorriqueños e indigentes.
Con sus expresiones, James demostró que no estaba en su mejor capacidad de raciocinio, sus pensamientos no estaban encajando con la de un ser humano mentalmente saludable.
Terminó su ira volcando sus ímpetus criminales contra personas inocentes que utilizaron como medio de transporte masivo un tren subterráneo.
Por suerte, nadie murió en el atentado. Los 10 heridos de bala se recuperan satisfactoriamente en varios hospitales de la ciudad.
Al momento de ser arrestado, James tenía en su récord un prontuario de nueve detenciones por diferentes delitos en Nueva York, y tres en Nueva Jersey, siendo favorecido por el cuestionado sistema judicial estatal en vigor, el cual facilita la libertad a los delincuentes.
Muy pocos han notado que las fotos y videos de los heridos dados a conocer al público minutos después de la barbarie, fueron tomadas por pasajeros con sus celulares cuando se encontraban en la plataforma subterránea de Brooklyn a la espera del tren para abordarlo.
¿Qué pasó con las diminutas cámaras de vigilancia de alta resolución que se encuentran estratégicamente instaladas en los vagones de los trenes como instrumento de vigilancia policial? Según informes, no estaban en funcionamiento.
Las fotografías de James como principal sospechoso del acto terrorista, fueron difundidas horas después por los organismos investigadores del Buró Federal de Investigaciones (FBI) y la policía de Nueva York (NYPD), quienes ofertaron una recompensa de $50,000 dólares por su captura.
James fue arrestado gracias a que varias personas lo identificaron y alertaron a la policía justo cuando él salía caminando de una tienda de McDonald, cerca de la intersección de la calle St. Marks Place y la Primera avenida, al sur de la ciudad neoyorkina.
Aunque no lo admitan las autoridades, la vida de los neoyorkinos sigue a expensas de que un antisocial, un criminal o un enajenado mental se le ocurra con matar a grupos de ciudadanos inocentes cuando le parezca.
El incremento del crimen en los primeros días de enero de este año en las plataformas del Metro de Nueva York, hizo reaccionar a las autoridades del Estado quienes implementaron un programa de vigilancia policial para devolver la seguridad y confianza a los neoyorkinos.
La gobernadora estatal Kathy Hochul, y el alcalde Eric Adams, incrementaron la presencia policial en los subways, se apresaron decenas de personas violadoras de las regulaciones establecidas, y se retiraron los indigentes que dormían en los subterráneos.
Grupos de hasta ocho oficiales policiales portando armas de asalto se veían patrullar por doquier. Semanas después desaparecieron como por arte de magia.
Ante este nuevo hecho criminal, el alcalde de la ciudad prometió otra vez que duplicaría el número de agentes en el sistema subterráneo y en la metrópoli.
Para calmar el pánico, dijo que se está trabajando en la instalación de nuevas tecnologías para detectores de armas, coincidiendo con lo anunciado la semana pasada por el presidente Biden y el senador Adriano Espaillat.
Espaillat, representante del Distrito-13, que incluye el Alto Manhattan, está consciente de que la violencia con armas de fuego sigue siendo una crisis que cobra innumerables vidas inocentes, al tiempo que aseguró que las armas indetectables “ghost guns” dificultan la lucha contra la violencia.
En un recorrido realizado horas después del atentado, se pudo observar que las plataformas de los trenes subterráneos de Nueva York, especialmente en Times Square, estaban siendo vigiladas por agentes del NYPD, así como en calles y avenidas.
Pero es casi seguro que estos desaparecerán tan pronto la confianza de los pasajeros sea recuperada y los trenes comiencen a llenarse de nuevo en cada ruta.
Un círculo vicioso del que ya no confían muchos residentes neoyorkinos que han preferido emigrar hacia otras ciudades más tranquilas, seguras y con menos “locos sueltos”.
Es muy probable que un abogado de oficio reclame la libertad de Frank James, alegando que él padece de problemas esquizofrénicos.
Pero un buen fiscal federal, con todas las evidencias y pruebas existentes, logre que un gran jurado rechace esa alegación, lo encuentren culpable y un juez lo condene a vivir tras las rejas por el resto de su vida.