Por:Jorge Radhamés Zorrilla Ozuna
La historia nos enseña que las grandes naciones surgen en medio de grandes dificultades.
A raíz de la primera crisis del capitalismo de 1873, con Europa se cerró el principal mercado del mundo, situación que Estados Unidos aprovechó para extender sus relaciones comerciales con otros mercados y después de la primera guerra mundial (1923-1929), aumentó la producción a un 64%, más la renovación del sector energético, para convertirse en la primera potencia económica.
Otro emblemático ejemplo es Japón: derrota de la Segunda Guerra Mundial, efectos de las bombas atómicas, la perdida de territorios como Taiwan, Corea y Sakhalin, el retorno de seis millones de refugiados, ocupación de los aliados hasta el 1952 y ya para la década del 1960, superaba a todas las naciones de Europa Occidental en el producto nacional bruto, y le seguía los pasos como potencia industrial mundial a los Estados Unidos, todo, en base a cambios y disciplina.
Esa disciplina es necesaria implementarla en la República Dominicana, los cambios no son solo responsabilidad exclusiva del gobierno, es una responsabilidad compartida con todos los actores que interactuamos en la sociedad.
Es momento de aunar esfuerzo para frenar las distorsiones educativas, culturales, sociales y políticas que nos agobian, crear conciencia de que todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad en lo bueno y lo malo que nos ocurra; para ello, debemos tener más desprendimientos y pensar más en el prójimo que en nosotros mismos, más aún, cuando el mundo ha estado atravesando por dificultades que trastornan el comportamiento universal, más allá de los intereses personales o de grupos.
No es justo aprovecharse de crisis no provocadas en el país, para enrostrarla como causa de un mal gobierno.
Tenemos que hacer conciencia de que los gobiernos son las directrices por la cual debemos guiarnos, debemos contribuir a ser pro positivos, ayudar las buenas gestiones, el interés y los proyectos que el país desarrolla, lógico, debemos monitorear cada acción pública, vigilarla y si es necesario fiscalizarla, pero no con el ánimo de detractarla para sacar ventajas electoralistas o de orden económico, debemos trasmitir un mensaje honesto, transparente, justo y en beneficio de la República Dominicana.
Para nadie es un secreto, que Luis Abinader Corona es el presidente de todos los dominicanos, el cual fue electo por mayoría de votos en una contienda democrática, hallamos o no votado por él, es nuestro guía de Estado, con quien debemos colaborar para que pueda desarrollar un gobierno justo, equilibrado y transparente en favor de la población que puso su confianza en él.
Tampoco puede ser un secreto, las adversidades con las que tuvo que asumir el mandato popular.
Un país en medio de una pandemia cuya referencia data de cien años atrás, la cual hizo colapsar, no solo el sistema nacional, sino el sistema mundial en todos los órdenes.
Aún, con ese mal augurio, de una economía amenaza en su cimiento, la desesperación y el pánico de un virus mortal, las medidas de restricciones que provocaron una prisión domiciliaria, un estado de desesperación y locura que millones de personas no pudieron resistir, en una historia que nos marcó de por vida, la República Dominicana ha podido rebasarla.
En medio de las adversidades, el gobierno tomó lo mejor que se venía implementado, reforzó los puntos débiles y revolucionó la política sanitaria, económica y social, al punto de convertirse en un referente mundial de manejo sanitario frente al COVID 19, lo que ha servido de modelo para muchos países que han visto en la República Dominicana, como el ejemplo a seguir para superar los escollos que esta pandemia mundial ha sumido a todos los países del mundo.
En medio de esta catástrofe mundial, que produjo la escasez de abastecimientos más aguda del siglo, incluyendo los productos básicos, ha de venir otra desgracia universal, con amenaza de convertirse en una conflagración con ribete mundial, la guerra de Rusia y Ucrania, la que ha redoblado la inseguridad universal, ha encarecido los precios, ha producido desabastecimiento general y sobre todo, restricción a la libertad de tránsito y al derecho de alimentos.
Podríamos ser los peores adversarios políticos al gobierno de Luis Abinader Corona, pero jamás podríamos llegar al extremo de la mezquindad humana, de imputarle los efectos que ha dejado la pandemia y la guerra de Rusia, de hacerlo culpable de la escasez de productos, del encarecimiento de los derivados del petróleo, del desorbitante aumento de precio en los medios de transportes internacionales y su secuela en los efectos de los precios locales y las tantas dificultades que el comportamientos mundial provoca en una pequeña isla como la nuestra.
Seria mezquino de nuestra parte, no reconocerle al presidente Luis Abinader Corona, la inteligencia que ha tenido en revertir estas dos grandes calamidades mundiales en beneficio para el país; el éxito en el control a la mínima expresión de la crisis sanitaria, el éxito en el control y reducción del valor de la divisa, el éxito en la apertura de la educación presencial, el éxito del repunte del turismo como materia prima de nuestra economía a niveles no previstos en la historia en medio de las dos peores crisis de los últimos cien años.
Seria mezquino de nuestra parte, no reconocerle los aciertos en los manejos de la cosa pública, el esfuerzo por enderezar la administración institucional, la fortaleza en la independencia entre los poderes del Estado, el fortalecimiento en la política contra la corrupción, la estabilidad macro económica con que hasta el momento ha conducido los destinos del país, el fortalecimiento en la independencia administrativa de los gobiernos municipales y provinciales, la política de protección a los sectores más vulnerables en incentivos y apoyo directo, el desarrollo en áreas productivas, como estímulo a la producción local, el desarrollo en nuevos polos turísticos y la inversión en infraestructura en medio de estas crisis, convierten al gobierno dominicano en un fenómeno de transcendencia mundial.