Como toda urbe, la capital dominicana está expuesta a peligros cotidianos. Y no es tan difícil para la autoridad competente ponerle un stop a ciertas indelicadezas. En lo que respecta al comportamiento del tránsito vehicular, los riesgos que asume la ciudadanía van de mal en peor.
Constituyen escenas de espanto ver camiones, patanas y cabezotes que arrastran furgones que se desplazan a exagerada velocidad por céntricas avenidas, con el consiguiente peligro que ello representa para peatones y vehículos livianos. Ello es así cuando esos conductores divisan un espacio libre a su favor, aún teniendo en los alrededores un fuerte flujo vehicular.
Agreguemos a esto las consabidas indelicadezas de los motoristas, en su inmensa mayoría, con su manejo temerario e imprudente. Amén de las llamadas “guaguas voladoras”, que no respetan nada que tenga que ver con señales de tránsito.
Hay un permanente desafío a la autoridad y, por ende, a la ciudadanía. Por la forma en que se comporta el tránsito vehicular en Santo Domingo, miles de choferes, motoristas y conductores deberían ser sometidos a exámenes psiquiátricos.
Según la Organización Mundial de la Salud, República Dominicana ocupa el primer lugar en cuanto a personas fallecidas por accidentes de tránsito, con alrededor de 3 mil cada año.
A todo lo largo y ancho de avenidas como la John F. Kennedy, 27 de Febrero, Bolívar, Independencia, Winston Churchill, Abraham Lincoln, Máximo Gómez, Núñez de Cáceres, Luperón, Los Próceres, Lope de Vega, Tiradentes, entre otras, hay instaladas cámaras de vídeo que recogen las incidencias de la cotidianidad, en especial en lo que se refiere al tránsito vehicular.
Hay intersecciones que con urgencia necesitan de semáforos, para de esa manera poder corregir los mayúsculos embotellamientos que se forman de manera cotidiana en el tráfico, una práctica generalizada en toda la ciudad capital.
Demás está decir que cada día el parque vehicular tiende a incrementarse, se podría afirmar que de manera vertiginosa. Pero las calles y avenidas siguen siendo del mismo tamaño y trazado. Es una realidad en las principales ciudades del país.
No menos molestosos resultan los vehículos que son estacionados ocupando parte de la calzada peatonal en calles y avenidas, con lo que se deja desprotegida a la ciudadanía de a pie, que también tiene todo el derecho de desplazarse con libertad.