Un encolerizado expresidente contra un problema creado por él
Por Claudia Fernández
Nunca olvidaré ese día. Estaba sentada frente a la computadora, intentando hacer una historia de Los Palmeros, ese grupo luchador que terminó vilmente asesinado, cuando sentí un vaivén debajo de la silla. Asustada, me paré y llamé a los vecinos cercanos, que de inmediato salieron.
12 de enero de 2010. Un terremoto de máxima intensidad asoló al vecino país de Haití. A partir de ese momento, se abrieron las puertas y compuertas para la entrada de nacionales haitianos, quienes trajeron, además de sus grandes y graves miserias, la enfermedad del cólera, extinguida hacía décadas en el territorio nacional. (A propósito de las declaraciones del hoy presidente de Fuerza del Pueblo)
La desmemoria es un síntoma recurrente en la clase política dominicana. Esa es una verdad de a puño, y viene a cuento por las recientes declaraciones del presidente de Fuerza del Pueblo (FUPU), que casi como un fucú, critica agriamente al gobierno por los recientes casos de cólera aparecidos.
Al parecer, el exmandatario olvida que fue precisamente en su gobierno cuando reapareció la enfermedad, que había sido erradicada y la apertura de la frontera por el desastre sísmico ocurrido en Haití, entró junto con la avalancha de personas del vecino país. Higüey fue la primera comunidad en la que se reportaron los dos primeros casos, para después, en desenfrenada carrera, se extendiera por todo el país, y ¿qué hizo el gobierno de entonces? Nada, absolutamente nada.
Es muy bueno desde la oposición, hacer críticas, negaciones y, sobre todo, atentar contra la memoria ultra reciente del país. Treinta mil 538 casos sospechosos y 467 defunciones fue el resultado del paso del cólera desde 2010 al 2012.
Ahora se destapa fustigando al gobierno de Luis Abinader y al gabinete de Salud por el mal manejo que se ha dado al brote reciente, que apenas llega a 17 contagiados en una zona muy reducida del Distrito Nacional. La “pequeña” diferencia es de treinta mil 521 casos. A veces es mejor hacer lo que manda el refrán: en boca callada no entran moscas.