La familia es la primera célula esencial de la sociedad humana, reza un proverbio popular, acuñado por el recordado Papa reconciliador de la Iglesia con el mundo moderno, Juan XXIII. Por ello, cuando esta asume su rol con la responsabilidad que amerita; fomenta valores y salvaguarda a sus integrantes, el éxito en el bienestar social está asegurado. ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
Es considerada una de las obras maestras de la naturaleza, nos recuerda el letrado George Santayana; el vínculo que une a sus integrantes no necesariamente es sanguíneo, sino de valores universales como el amor, que nos humaniza, nos hace personas. El respeto, incluso por la individualidad y la diferencia, aunque no se entienda o se comparta; libertad, responsabilidad, amor, lealtad, sinceridad, confianza, empatía, tolerancia, compasión, discreción, solidaridad o apoyo; cooperación, colaboración; luchar juntos aun en la disparidad, para hallar convergencia y paz para sus integrantes; protección, moralidad social y ética…
Por eso, ella nunca debe fomentar ni permitir que algún integrante propicie desigualdades, rivalidad, competencias; estas solo deben observarse en las acciones que realizan las marcas o en la recreación, como deportes y juegos; en las actividades olímpicas deportivas, porque solo allí a sus ganadores se otorga trofeo o premios materiales y no se vulnera el honor de la persona. En ella es importante que sus integrantes no abracen resentimientos, rencores y malquerencias…
Sin embargo, debido a las incongruencias de la vida, en la actualidad en su seno, más que hallar protección en todas sus formas y en todos los sentidos; encontrar bienestar, nos topamos con lo contrario. “No aborrecerás a tu hermano en tu corazón; razonarás con tu prójimo, para que no participes de su pecado. No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová”, dice Levítico 19:17-18. ¡Más claro que el agua!
Esto así amables lectores, porque como nos refiere el novelista John Boyne, autor de El niño con el pijama de rayas; célebre obra literaria nuestra historia actual, un hogar es el escenario de una verdadera familia y este jamás será un edificio, una calle o una ciudad, porque no es material como los blockes y el cemento, ¿entiendes?, no elegimos a nuestra familia, ella es un regalo de Dios, y eso debemos ser para ella. ¡Hagamos caso al pacifista Desmond Tutu!
¡Rompamos cadenas, aprendamos a sanar familias hirientes o tóxicas! ¡Seamos felices! La envidia y los celos nos roban valores como la cooperación recíproca, y la solidaridad entre los miembros. ¡Más que competir, apoyémonos!, cuando las familias son fuertes y estables, también la descendencia menor de edad, muestra mayores niveles de bienestar y resultados más positivos, afirma el político Iain Duncan Smith.
Recordemos que: “la corona del anciano son sus nietos, pero el orgullo de los hijos son sus padres”, sentencia Proverbios 17:6. Asimismo, “en todo tiempo ama el amigo; pero para ayudar en la adversidad nació el hermano”, asegura en su capítulo 17 versículo de igual número. Eso nos hace inferir que, ¡la función de las hermanas, de los hermanos, es divina!
“Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito”, súplica 1 Corintios 1:10.
La Ley de leyes de la República Dominicana, Carta Magna, en su artículo 55 acerca del derecho de la familia, expresa que esta es el fundamento de la sociedad y el espacio básico para el desarrollo integral de las personas. Se constituye por vínculos naturales o jurídicos, por lo que, todos y todas tenemos derecho a tenerla.
“…en su formación y desarrollo la mujer y el hombre gozan de iguales derechos y deberes y se deben comprensión mutua y respeto recíproco. El Estado garantizará la protección de la familia, su bien es inalienable e inembargable…, todos los hijos son iguales ante la ley, tienen iguales derechos y deberes y disfrutarán de las mismas oportunidades de desarrollo social, espiritual y físico…; el padre y la madre, aun después de la separación y el divorcio, tienen el deber compartido e irrenunciable de alimentar, criar, formar, educar, mantener, dar seguridad y asistir a sus hijos e hijas…”.
Siempre habrá desacuerdo, pero también consenso, pero, pese a molestarnos como personas por nimiedades, otras pequeñas cosas positivas harán la diferencia hacia el gran éxitos o fortalecimiento familiar, para el goce de buena u óptima salud física y mental. Pero esto solo será posible si nuestra mente incinera heridas del pasado, las supera, perdona, se abre a sentimientos benignos, vive el hoy y ahora con propósito, en alegría, en armonía con todas y todos.
Si no superamos juntos las dificultades producidas por familia hiriente, es decir, dañinas, lo mejor es cortar con ella, porque no propicia alegría ni el bienestar colectivo de sus familiares. Al contrario, quien entra en esta categoría sólo lucha por sus ideales personales; carece de empatía; causa daño; crea villanos; fomenta la ira; desdicha; rencores y escupe heridas del alma. Puede ser grosero; ama la crueldad, los abusos, traiciones; chismes, habladurías; desacredita debido a sus complejos; envidia incluso la paz y felicidad que gozan sus familiares. Por eso, la distancia es la medicina para sanar.
Ante esta realidad, expertos de la conducta humana, recomiendan dejar de “romantizar la familia, la pareja, madres, padres, hermanos-as”, somos humanos, por tanto comentemos errores, y aunque debemos crecer juntos en armonía y felicidad, si esto no es posible, hay que evolucionar, sanar, poner límites, pero nunca estancarnos en el camino de la vida. Buscar fortaleza para apartarnos de quienes y las cosas que nos dañan.
Es preciso alcanzar nuestras prioridades y dejar de sufrir por familiares que sólo nos roban la energía. La exhortación es ¡Jamás formar parte de sus heridas, ira, abandono, hipocresía, manipulación, toxicidad…! y continuar nuestro camino en busca de salud bio psico y social. Impossibilium nulla obligatio”, “a lo imposible, nadie está obligado”.
Entonces, si la familia es una institución que constituye un verdadero agente activo del desarrollo social: célula en la que se crea y consolida la democracia, donde se solucionan o acentúan las crisis sociales y donde la mayoría de los ciudadanos encuentran afecto y especialmente seguridad, como coinciden y aseguran los investigadores, tomemos d ella lo menor, y no permitamos que nada ni nadie nos impida disfrutar este derecho humano, fundamental.
Accionemos para librar la gran crisis y disfuncionalidad en que está enfrascadoel grupo más influyente en la formación de la personalidad del ser humano. Deconstruyamos patrones que invisibilizan derechos de sus integrantes, para fomentar desarrollo humano pleno y multidimensional; cultural, espiritual; transmisión de los valores, como forma de no seguir viviendo en riesgo ni con las actitudes de las personas condicionadas. La familia está llamada a construir y fomentar la democracia desde casa.
Hasta la próxima.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.