Un fragmento del editorial del ListínDiario del 12 de febrero de 1966, con el título: “Advertencias”, nos dice de una etapa de mar de fondo político, social y militar, cuando se produjo el impasse del 6 de enero de 1966, donde los mandos militares objetaron el cumplimiento de varios decretos presidenciales disponiendo cambios en el tren castrense .
Cito: “Una grave fuente de desorden y anarquía es que los militares traten de asumir tareas y funciones que sean contrarias a la naturaleza de su institución. Pero también es igualmente destructor que cualquier sector o grupo de la comunidad se desorbite, sometiendo a presiones también dislocadas a los centros normales de autoridad legítima”.
Ese editorial de hace 57 años es importante reseñarlo hoy cuando la revolución tecnológica navega a una velocidad tal que impide la correcta depuración de la información.
Militares de alto rango en situación de retiro se vanaglorian por haber violado la Constitución de la República y la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, y algunos activos y en retiro son ofendidos sin pruebas.
El militar o policía en servicio pasivo, por prudencia, para no generar confusiones, si cuando estuvo en servicio activo tomó una decisión fuera de los cánones legales no es recomendable que la difunda como una virtud humana, mucho menos como un logro democrático.
El Art. 252 de la Constitución de la República ( 2010) , establece en su acápite 3, refiriéndose a los militares y policías activos, que son esencialmente obedientes al poder civil, apartidistas y no tienen facultad, en ningún caso, para deliberar.
El término “no deliberante” significa que el uniformado no puede valorar el pro o el contra de una decisión del poder civil, si lo cuestionado está sustentado en las leyes. En caso contrario eso sólo puede determinarlo un juez de un tribunal competente.
Los militares y policías activos “nunca” pueden basarse en suposiciones y situaciones partidarias para apoyar a políticos, soñando con emular a centauros carismáticos de epopeyas pretéritas o buscar el favor para escalar posiciones de mando.
En el año 2013, entró en vigencia la nueva Ley Orgánica de las FF.AA. No. 139-13, del 13 de septiembre de 2013, la cual debe actualizarse en varios capítulos. De forma atinada en su Art. 2, acápite I, precisa: “Obediencia a la Constitución y las Leyes”.
Entre otros aspectos, señala el respeto al poder civil legalmente constituido, y en su acápite 3, habla de: “No deliberantes”’. Eso implica que el militar se mantiene ajeno al debate político y, en virtud de ello, apegado al cumplimiento del ordenamiento constitucional vigente, dejando claro que los órganos militares no toman decisiones políticas.
Quienes han ocupado altas posiciones en el mando militar y policial, deben, si deciden ingresar a la política partidista, seguir aportando a un Estado social, democrático y de derecho.
Les toca ser referentes de las nuevas generaciones de uniformados, contribuyendo con la preservación de unos cuerpos armados que deben ser siempre virtuosos, representativos del alma nacional y respetuosos de los símbolos y tradiciones de esas instituciones permanentes del Estado.
En su alocución del 17 de febrero de 1966, reseñada por el Listín, y que debe ser faro de luz del presente, el presidente Héctor García Godoy, exhortó a los dominicanos, civiles y militares, a cumplir con sus deberes patrios “en momentos en que la nación parecía moribunda, mientras sus hijos se querellaban”.
Como presidente de la República y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, García Godoy, advirtió, cito: “protegeré y defenderé todas las instituciones dominicanas, inclusive a las instituciones armadas y de orden público, contra la conspiración y la difamación”.
En más de una ocasión, García Godoy, expresó, “que había tratado de ser árbitro de diferencias porque había entendido que conciliar en un país amargamente dividido era también tarea importante de un presidente, sin renunciar a sus otras prioridades y deberes”.
Mis congratulaciones a los militares y policías que habiendo tenido una carrera militar digna, ya en servicio pasivo, toman la decisión de ingresar a la política partidista, bajo el entendido de que por la capacitación, los estudios y el amor a la Patria forjado de los cuarteles son un valor agregado al ejercicio democrático sano y disciplinado.
“Los elementos de peligro, por lo tanto, están siempre presentes, si los componentes de esta fuerza (los uniformados activos) llegaran a persuadirse de que su encumbramiento al bienestar dependería más del favor político que de su propia eficacia” ( La viña de Naboth, de Sumner Welles).
Para los uniformados la institucionalidad basada en el cumplimiento estricto de la Constitución de la República y de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional, apoyada por un poder civil decidido a que se respeten, alejando el cuartel del partidismo, no es una opción, es un compromiso eterno.