Por Susi Pola mayo
La semana pasada, el mismo Ministerio de Educación, MINERD, informó acerca del registro de 1,154 estudiantes embarazadas en estos primeros apenas 4 primeros meses del año, de las cuales, 112 fueron víctimas de violación sexual y 20 de embarazos por incesto, una de las peores noticias del año.
Agregan que, del alumnado, 3,414 están en uniones tempranas, 3,105 son madres y 1,158 son padres. Además, que 269 estudiantes han sido víctimas de acoso sexual, 283 han usado y difundido material pornográfico, todo esto en el marco escolar con, además, 1724 casos de hechos violentos entre estudiantes y docentes con violencia física, verbal y/o sicológica.
Que estos datos hayan sido compartidos es un gran avance y también, es una prueba de que, ni el 4% peleado por el pueblo, ni los cambios de personajes en la dirección del ministerio, ni las recortadas y manipuladas “reformas curriculares”, ni tampoco muchos etcéteras más, han cambiado un sistema educativo desprestigiado internacionalmente y sufrido nacionalmente. Suponiendo que estas cifras tomadas en estos primeros cuatro meses del año sean fruto de una investigación más o menos amplia, el escándalo es de proporciones monstruosas y no puede ser dejado de lado.
En realidad, desde el día que lo descubrieron, el MINERD, debió de haber sido intervenido porque esta situación es una emergencia. Todo, absolutamente todo, el funcionamiento escolar público dominicano tiene que ser revisado porque está fallando.
Se necesita una evaluación profunda y abierta que integre a las personas y entidades capaces de realizarla, fuera de las intervenciones religiosas que están dirigiendo la educación desde sus instituciones y de quienes se oponen al derecho de la educación sexual de los niños y las niñas, con una moral tan grande, que es doble.
Porque es un tema clave, trascendental y decisivo para adolescentes en una etapa en que experimentan cambios físicos y emocionales importantes, y en una época en que las circunstancias de relacionamiento cambian por lo menos cada 10 años, encontrándonos con una organización social congelada desde hace 50 a cien años.
Los niños, niñas y adolescentes aprenden con la pornografía. No entienden sus cuerpos y mucho menos su sexualidad porque el hogar y la escuela tampoco lo hace, por eso no pueden responder y solo reprimen, esconden, reglamentan e ignora. Y tampoco pueden defenderles de los abusos adultos, al contrario, le allanan el camino a la vida de violencia y dolor.
Es tan grave que convoca a toda la ciudadanía. Escolares que son el presente de esta nación.