Por Claudia Fernández
La situación empeora cada día. Benjamín Netanyahu ha declarado públicamente la guerra a Hamas. Han reforzado la frontera, desde la franja de Gaza a otros puntos en los territorios ocupados cercanos. Es el tema principal de los medios internacionales.
Lo cierto es que todo apunta a una apuesta, en la que se juega no solo el futuro de Medio Oriente, sino a quién gana más defendiendo a uno u otro bando. Los intereses político-económicos de la comunidad internacional se anteponen a una posible solución a la situación que hoy se vive en esta zona, la mayor generadora de petróleo a nivel mundial. Algo para preocuparse. Pero también, una fuente de ingresos para las potencias armamentistas de Occidente.
Se agudiza cada vez más el conflicto palestino-israelí. Mientras tanto, la situación empeora, imágenes sobrecogedoras de niños decapitados, ataques sorpresa, cierre de ayuda humanitaria y otros tantos hechos sobrecogedores, mantienen al mundo en vilo.
Sin embargo, naciones que se han autodenominado ”protectoras de la paz mundial”, ven con ojos indiferentes lo que ocurre en ese pedazo de territorio por obra y gracia de una resolución de la ONU de 1947, la resolución 181 (II) de la Asamblea General de la ONU, que decidió dividir Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío. Y crear, en 1948, el nuevo Estado de Israel para los judíos errantes que sobrevivieron al Holocausto de la Segunda Guerra Mundial.
Decisiones políticas que también envuelven un entramado económico, del que no podemos sustraernos. ¿Quién formó y armó militarmente al nuevo Estado de Israel?, ¿cuáles fueron los fines ulteriores de esta creación? Son preguntas sin respuestas aparentes, pero que pesan en el seno del organismo mundial, que sanciona y critica, a las naciones que tratan de salir de su marasmo interior.
Lo cierto es que, con el inicio de la denominada Guerra Fría entre Estados Unidos y la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) –mediados de la década de los 50’, y la competencia por la supremacía militar de uno y otro lado, el mundo ha devenido en un caos total.
La compra y venta de armas de alto poder a naciones en conflicto es la mejor muestra de esto. Esas que ya no tienen utilidad para sus fines económicos, provocando fricciones y conflictos entre naciones solo para acumular poder y riqueza, un poder asentado en base a artimañas y artilugios vergonzosos.
¿Cómo no recordar la guerra de Vietnam, la de Camboya, los conflictos y pugnas en las naciones africanas, y en nuestra América Latina, la bendición a la ascensión de dictaduras desastrosas, que llevaron a miles a sufrir torturas, persecuciones, y finalmente la muerte?
Las riquezas planetarias, escondidas en lo más profundo de algunas naciones provocan un “establishment” vergonzoso, del que se hacen eco las naciones sumisas. La complicidad del miedo impera en estos imperios, que solo piensan en sacar la mejor tajada en su juego, sin importar el cobro del importe en vidas. Es la opinión de quien escribe. Pura y simplemente. Condeno la voracidad de las grandes potencias, ni un chin más, ni un chin menos.