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Marino en tierra… mal tiempo

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Alejandro Magno

El relato histórico y mediático ha sido muy injusto para mi finado padre, el almirante Luis Homero Lajara Burgos, epítome de disciplina, fe y perseverancia.

Con sus méritos, tanto militares como políticos, algunos, mutilando la historia, se circunscriben solamente a copiar y pegar notas sesgadas e imprecisas sobre su participación en las controversiales elecciones presidenciales de 1974.

Sus logros como jefe de Estado Mayor de la Marina de Guerra, con ideas fecundas reforzadas por una preparación académica con formación en los Estados Unidos de Norteamérica e Inglaterra le hicieron forjar una visión más allá de una isla caribeña contenida en un barco dentro de una botella con un dictador al timón, creador de temores sempiternos.

La Constitución de los Estados Unidos y la abolición de la esclavitud por Abraham Lincoln le enseñaron el valor de la libertad y la democracia con justicia social. Inglaterra —la tierra de su admirado almirante Horatio Nelson, héroe de la batalla de Trafalgar— lo cautivó con la literatura exquisita de leyendas como Charles Dickens, autor de la novela social.

Consciente de la importancia de la educación superior en la formación de los futuros oficiales en ciencias náuticas, inauguró la Academia Naval de la Marina de Guerra (1953), primer recinto militar en la historia dominicana construido para fines exclusivamente académicos, y la primera imprenta dentro de una instalación castrense en la República Dominicana.

Entre sus visionarias disposiciones institucionales, inspiradas en los símbolos y en las tradiciones, destacamos: La misión naval a España (1954); su desempeño como Jefe de la Policía Nacional con los inicios de la organización del tránsito vehicular, la creación de la subjefatura de la Policía Nacional y la eliminación del “servicio de espionaje” utilizando a las trabajadoras domésticas.

A pesar de haber sido formado en una dictadura, siempre creyó en un sistema de partidos decente al servicio del interés nacional, así como en los cambios de gobierno, solo por la vía electoral. Nunca se benefició económicamente de coyunturas político-partidarias, al contrario.

Inspirado en esos conceptos, y en la importancia de las trayectorias, cito un párrafo del editorial del Listín Diario del 25 de noviembre de este año: “cuando los partidos se dejan penetrar por las fuerzas del crimen organizado y permiten que sus testaferros lleguen a cargos relevantes en cualquiera de los poderes públicos, ahí mismo comienza a morir la democracia”.

Por la falta de conocimiento y las memorias selectivas y triviales, hay que destacar varios aspectos importantes al evaluar a Luis Homero Lajara Burgos ante el juicio imparcial de la historia:

Su afiliación al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) en 1961, conquistado por la magia moral del profesor Juan Bosch.

Su involucramiento directo en un intento para reponer al profesor Bosch en 1963, que lo llevó a la cárcel.

Su participación en la revolución constitucionalista de 1965, acompañando al Dr. Molina Ureña;

Su separación del PRD por diferencias estratégicas con su dirigencia, fundando el Partido Demócrata Popular (PDP) en 1970, siendo su candidato presidencial, sin alianzas en las elecciones de 1974 y 1978.

Lajara Burgos, un hombre a prueba de desalientos, después de pasar a la vida civil de manera forzosa, en edad productiva —39 años— mientras trabajaba para mantener a su familia, se dedicó de manera autodidacta a estudiar ciencias políticas y derecho constitucional, asimilando aprendizajes entre corrientes conservadoras y liberales, dejando dos libros escritos y otros en proceso.

Aunque se pudiera estar en desacuerdo con algunas de sus ideas y acciones, fue un dominicano que creía medularmente en lo que hacía, siempre enfilando en el imperio de la ley, cuando la política era una pasión ideológica y se debatían los “programas de gobierno”.

Con los años y el estudio entendí que mi progenitor, en la dictadura en que le tocó vivir como militar, venció mares revueltos y tormentosos, pero en tierra no pudo contra la intriga manipulada, la mentira aviesa y la mezquindad, como le sucedió con la política. Por eso le aplico el refrán naval de: Marino en tierra… mal tiempo.

Mi padre, un hombre honesto y responsable al igual que otros dominicanos como el asesinado periodista Orlando Martínez, con quien, a pesar de sus diferencias ideológicas, Lajara Burgos cultivó una relación cordial, no zozobró en el océano de las prebendas ni se encadenó a las galeras del poder.

Termino mi último ensayo del año con una reflexión náutica, rompeolas del uso indebido de la prensa y de las redes sociales: ”Los barcos no se hunden por el agua que está a su alrededor, sino con la que penetra en sus bodegas”.

No se puede permitir que las críticas mendaces, a veces producto del resentimiento y de la envidia, penetren en la conciencia, a la que nunca podremos engañar.

A mis distinguidos lectores les deseo un feliz epílogo de la Navidad 2023 y que el nuevo año los provea con mucha salud, paz y progreso.

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