Este es un año electoral y parece un buen momento para que nos pongamos a pensar quién nos gustaría que nos represente, con qué políticas públicas, con qué proyecto de país, en qué lugar debería ubicar al individuo, a la libertad, a la intervención y las funciones del Estado, cuál sería la relación entre el sector privado y el público, así como los límites que debería enfrentar el gobierno, entre otras cuestiones.
Sería bueno discutir menos sobre si me gusta el candidato tal o cual, y llevar los debates a las ideas y planes de cada candidato. Veremos debate en abril y ahí decidiremos.
Seguramente no exista un candidato o partido que esté alineado con todo lo que uno quisiera, pero ir por todo (o nada) no es una alternativa posible.
Hay muchos temas para debatir y para analizar sobre que propuestas nos ofrecen los candidatos. Aquí me referiré a tres temas que me parecen relevantes:
1.Impuestos y regulaciones que vienen porque se necesitan más recursos:
Tenemos proyectado para 2024 un récord de presión impositiva -medida como porcentaje del PBI- y probablemente seremos campeones mundiales del Caribe en presión tributaria, al sumar cargas sociales, inflación y servicios, para pagar dos veces, por no servir algunos de los servicios básicos provistos por el Estado.
Nadie duda que hay que pagar impuestos y que con ellos hay que sostener los bienes públicos y los servicios esenciales que debe brindar un Estado, seguridad interior y exterior y justicia independiente, siendo a partir de aquí todas opciones que podemos elegir quien debe realizarlas.
La mayoría de los servicios que hoy provee el estado, perfectamente podrían darlo los privados con contratos libres entre ellos, o también con el sector privado compitiendo con el público siendo el público una alternativa más. Conocido es el ejemplo de los vouchers para educación, o para salud, rutas con peaje, jubilaciones, etc.
Hay que recordar que en la economía hay sólo dos sectores: uno que produce y otro que gasta. Sacarle al que produce para dárselo al que gasta, salvo en lo esencial, limita la creación de riqueza y el crecimiento, toda vez que se sacan recursos de los más eficientes para ser manejados por los más ineficientes, con las consecuencias de aumento de pobreza. Cada vez que a algún político se le ocurre una idea (seguramente demagógica o electoralista), como por ejemplo “vamos a salvar los niños”, votan fácilmente un nuevo impuesto sin oposición alguna. La manera de controlar esto es poniendo límites al Estado y/o haciéndolo competir con los servicios provistos por privados.
Toda actividad humana está amenazada y restringida por las regulaciones y por los impuestos y muchas veces también por la intimidación expresa o indirecta.
El gobierno debe ayudar a la sociedad y a sus ciudadanos, y cuesta ver que sea así en la mayoría de los casos. Objetivos de corto plazo electorales, objetivos personales, búsqueda de poder, y tantos otros por encima de ser un verdadero “servidor público”. Siendo el sector público el más ineficiente y el más gastador, se reserva privilegios para circular, para estacionar, para jubilarse tempranamente, con jornadas de trabajo reducidas y otras tantas ventajas (votadas por ellos mismos), claramente en oposición a ser un verdadero servidor público.
2. El mercado y el estado luchan permanentemente entre sí.
Más Estado supone menos mercado, y a la inversa. Las regulaciones y los impuestos van avanzando sobre el mercado, hasta que aparece el mercado negro para ponerle un límite. ¿Les suena familiar en nuestro país?
Los vasallos de la antigüedad estaban sometidos a su señor y le pagaban un tercio de su producido. ¿Qué somos hoy, o que avance hay, cuando pagamos a “nuestro nuevo señor” hasta el 27% de nuestros beneficios corporativos y personales? Súmele el 18% de Itebis que se recupera, pero agranda nuestro depto. de Contabilidad, ya el negocio más chico necesita 2 contables fijos. Casi hemos llegado a una situación donde los oprimidos son los productivos y los ricos, cuando en épocas pasadas lo eran los pobres.
El pobre que no produce y vive de subsidios oprime al rico y productivo. Aparecida una necesidad o un reclamo, y enseguida se genera un derecho a que se resuelva, votando un nuevo impuesto o carga contra el sector privado, como si pudiera generar riqueza en forma permanente e infinita para resolver todos los problemas posibles, y sin que el costo sea mayor al beneficio.
El límite al avance del Estado se traduce en que las inversiones no vienen, ni vendrán, y los talentos se fugan. Incluso esto se ha perdido, la beneficencia privada y la ayuda voluntaria que tan importante es, quedando delegada en el estado benefactor. Todos queremos y pedimos ayudas.
La doble moral: La gente pretende ser altruista, que sus prioridades son los demás, el bien común y el Estado, y bien sabemos que no es así, e internamente cada uno privilegia su bienestar, su felicidad y la de su familia. Hay bastante hipocresía con esa cuestión.
3. Repensemos el tamaño del Estado
Si bien no debería ser así, sabemos que el Estado ejerce coerción ilegal sobre los individuos a través del poder delegado que se le ha otorgado. Se usa la DGII, a la policía, a la justicia con estos fines. Y, si bien los funcionarios de estas dependencias no deberían prestarse a estas manipulaciones, en la práctica parece ser q no es así.
La manera que aparece a la vista como solución contra esto, es un Estado lo más chico posible, con actividad privada lo más grande posible. Así tendremos menos poder del Estado y menos corrupción e injerencia y limites más estrictos.
No sé cómo sucede, pero cuantas veces vemos a muy buenas personas yendo a trabajar al sector público, y casi inmediatamente el propio sistema los transforma, los fagocita y los hace súbditos y criaturas del sistema, limitando sus virtudes y, según sea el caso, mareándolos además por el poder.
Los gobiernos se resisten a perder poder, a delegar tareas, a crear competencia, a achicar sus funciones, influencia y privilegios. ¿Cuántas veces la regulación a invitado a la corrupción?
Nos hemos acostumbrado a que el Estado tome ciertas decisiones por nosotros y esperamos que nos resuelvan todos los problemas. Para peor, el Estado siente que además debe ser así, que todo lo debe resolver por nosotros.
Debemos tomar alguna posición sobre estos temas, ver quién los representa, y por qué no comenzar a exigir los cambios que nos lleve a un futuro con verdadero crecimiento, felicidad y esperanza. Reforma fiscal, minimizando exoneraciones primero y luego la Tributaria, más simple, menos regresiva y sin condonaciones cada 4 años, eso debemos pensarlo.