Por: Luis Pérez Casanova
Milagros, que no ha hecho, no están entre los activos que sustentan el liderazgo del presidente Luis Abinader para ganar la reelección con un porcentaje que, conforme a las firmas encuestadoras más acreditadas, oscila entre un 57 y un 66 %.
Se sería muy mezquino o miope si no se reconoce que las circunstancias que llevaron a Abinader al poder en 2020, en alas de un movimiento nacional contra la gestión peledeísta, se ha trocado en una corriente favorable, que se identifica con su estilo y sus obras y que por tanto lo aclama para que continúe en el cargo.
La mala imagen de los partidos y el liderazgo opositor ha incidido en la elevada cotización que tiene el mandatario en el mercado electoral. Pero es sensato admitir que Abinader, gracias a su capacidad de trabajo, cercanía con la gente y sus habilidades políticas, se ha convertido en un astro con luz propia.
Si hoy se clama su reelección no es por temor a un retroceso, con su reedición de escándalos y monopolio del poder, sino por la confianza que inspira su ejercicio para consolidar el sistema institucional y componentes tan fundamentales para el desarrollo como la seguridad jurídica.
Abinader, de quien se puede disentir en muchos aspectos, pero sin dejar de reconocer su sinceridad y condición humana, entendió temprano que, además de la población, había que escuchar a la militancia de su partido. La unidad del PRM, aunque no se aprecie como un elemento concreto, está entre los principales activos que sustentan el elevado índice de popularidad con que cuenta el gobernante para ganar la reelección de manera holgada en primera vuelta.
El liderazgo racional y no mesiánico, la sinceridad, consolidación del sistema institucional, seguridad jurídica, estabilidad económica y social en medio de contextos adversos, que pueden citarse entre sus puntos luminosos, han contribuido con la construcción de ese elemento tan primordial para el crecimiento y el desarrollo, que es la confianza. Amén de un ejercicio transparente, también hay que destacar la protección y defensa de la soberanía nacional, rechazando presiones de potencias como Estados Unidos frente a la crisis haitiana. Desde que asumió la jefatura del Estado hasta la fecha Abinader ha sido coherente con sus principios y su manera de pensar. Pero sin atrincherarse, sino cediendo en lo que ha entendido prudente.
Por el clima que se ha creado, la incertidumbre que han generado los procesos electorales es un asunto del pasado. Antes que el tradicional incremento del gasto público para incidir en el electorado tal vez sea la primera que en medio de unas votaciones se haya reducido. Esa responsabilidad hay que valorarla como parte de su ejercicio. Tomado de elnacional.com.do