El Partido Revolucionario Moderno (PRM), como se esperaba, como lo pronosticaron casi todas las encuestas, ganó las elecciones presidenciales y congresuales ampliamente. ¡Una barrida espectacular!
¡Aplausos para la Junta Central Electoral! ¡Aplausos para el gobierno, garante de las libertades públicas! ¡Aplausos para el pueblo dominicano que acudió masivamente a las urnas en un clima de paz y garantías constitucionales!
El presidente Luís Abinader puede sentirse satisfecho del respaldo inequívoco que le brindó el pueblo dominicano. ¡Merecido! La victoria del mandatario es el resultado del trabajo, la honestidad y la dedicación para enfrentar y resolver los problemas que se le presentaron durante el ejercicio de su primer mandato.
El PRM ganó la mayoría de las provincias. ¡Una verdadera barrida! Igualmente, el partido de gobierno ganó la mayoría de las diputaciones en todo el territorio nacional, incluyendo el Distrito Nacional, donde el partido perdió la senaduría, por factores internos que luego tendrán que ser analizados, porque, a decir verdad, Guillermo Moreno no debió ser derrotado.
A Guillermo, lo digo con toda responsabilidad, no le ganó Omar Fernández, le ganó el propio partido oficial, porque una parte de los militantes y dirigentes no lo asumieron con entereza, es lo que explica que el PRM obtuviera mayoría entre los diputados, pero perdió la senaduría. ¡Un absurdo inexplicable! ¡Ganamos la capital entre los diputados, pero perdemos la senaduría! ¡No tiene sentido!
Los jefes de los grupos que se disputan el control del partido se ocuparon más en que sus pupilos ganaran, que fueran el más votado o la más votadas, no en ganar la senaduría. Además, Omar Fernández corrió solo durante mucho tiempo, en tanto que en el PRM se discutía si Faride Raful debía ser la candidata o por el contrario había que reservarse la plaza, como finalmente se hizo. Guillermo tuvo poco tiempo. Faride se convirtió en una víctima, no sólo de la iglesia y de su partido, pues luchó por la candidatura hasta el último momento, para montar la campaña, la cual se hizo de manera acelerada.
De igual manera, Omar también se victimizó. Se presentó como un joven, que no le hacía daño a nadie, dueño de una sonrisa un tanto angelical, cargando con el pesado fardo del rechazo de su padre, embestido por el poder y la fuerza del gobierno, incluso del presidente Abinader. “David contra Goliat”, se llegó a decir. La gente vio a Faride como una víctima de su partido; a Omar, en cambio, como una víctima del poder. Guillermo, que no fue un buen candidato, hay que decirlo, fue derrotado por el propio PRM. Digo más exactamente, por los grupos que invirtieron más en los diputados que en el senador.