La dignidad humana es un derecho que debemos abrazar y disfrutar con el decoro que merecemos. Este, además, es el fundamento de la ley de leyes, que hace alusión al firme respeto que debe existir entre las personas. Esta prerrogativa me hizo recordar hoy al escritor universal José Saramago, premio Nobel de Literatura; a su obra más trascendente: Ensayo sobre la ceguera, vista desde las amenazas y riesgos emergentes con los que convive la humanidad.
Con la ceguera blanca de Saramago, publicada en 1995, sin duda, se visualiza el presente, consciente de que hoy como nunca, hay que preservar la dignidad humana, porque ella es prioridad para la vida.
En la obra, «una epidemia de ceguera blanca sume a casi toda la población en el caos, exponiendo las miserias humanas que emergen cuando la estructura social colapsa”. Hoy, en el Siglo de la Información, su lectura es fundamental para entender las nuevas amenazas globales que vive el mundo, entre ellas, pandemias, crisis sociales, desinformación, terrorismo, ciberataques, cambio climático, migración irregular…, y muchas más que afectan la seguridad mundial.
En el relato de Saramago, la ceguera se propaga rápidamente, “llevando a los personajes a situaciones de extrema degradación. Los enfermos son confinados en cuarentena, abandonados a su suerte. Pronto se instalan la ley del más fuerte, la tiranía y el abuso, con escenas que retratan un grado de desesperación y fealdad pocas veces alcanzado en la literatura contemporánea”. Como cita information before anyone else. 2024.
Con su metáfora, Saramago, más que llevarnos a ver una ceguera física, nos empuja a ver la moral; las desigualdades sociales, amenazas y riesgos globales como la guerra y exterminio de los recursos naturales, del medio ambiente. “Nuestra razón está ciega en el sentido de que no usamos la razón de forma racional”. Aseguraba que las personas no usan su inteligencia para proteger la vida, lo hacen para destruirla.
Como en el texto, el mundo vive una gran crisis de salud pública, soporta modalidades del terrorismo; el crimen organizado con sus transgresiones informáticas, medioambientales; amenazas hibridas: ataques convencionales y no convencionales para desestabilizar las naciones…
Crímenes multidimensionales por demás, porque convergen diferentes elementos, incluyendo asaltos secretos; abusos, robo de información, de documentos al atacar instituciones, infraestructuras críticas y estratégicas. Asimismo, productos, explotación de recursos, dificultades ambientales debido a nuestras malas acciones.
Asimismo, en este mundo actual, complejo, las poblaciones sufren el impacto de la desinformación, del cambio de temperatura; patrones climáticos, vinculados a quema de combustibles, deforestación y procesos industriales. En fin, amenazas y riesgos emergentes que afectan la estabilidad económica, salud pública y dinámica geopolítica, donde como siempre, es más perjudicado quien vive con más vulnerabilidad. Todo esto, debido a “muros ideológicos”.
De eso hablaba el multipremiado escritor cuando reflexionó acerca de que: el mundo es un desastre. Por eso, en su despertar de conciencia también cuestionó: “¿qué sucede cuando perdemos la capacidad de ver al otro, de reconocerlo como un igual?, ¿aprenderán algo de lo vivido?, ¿seremos capaces de cambiar nuestra forma de actuar, de priorizar la vida sobre la destrucción?
La exhortación es obvia y operativa: ver, pensar y actuar en busca de un mundo más justo, donde se fortalezca la cultura, derechos humanos y la sostenibilidad del planeta. Esto se traduce en satisfacción de necesidades sin comprometer el futuro. Buscar equilibrio entre lo económico; cuidado del medio ambiente y bienestar social.
Esto, probablemente se alcanza con estrategias de seguridad compartidas entre los Estados, para juntos, mitigar riesgos y amenazas. Con el fortalecimiento de normas nacionales, regionales y mundiales; alianzas internas y externas; líneas de acción común; colaboración, evaluación y análisis de las capacidades de respuesta, probabilidad de ocurrencia e impacto de los riesgos emergentes.
Siendo algunos de los retos o desafíos, la concienciación, prevención, detección, respuesta y recuperación que deben accionar las naciones. Ayuda recíproca entre los Estados, observancia de leyes y acciones de buenas prácticas, porque las amenazas y los riesgos globales han cambiado. En ese sentido, las políticas deben aplicarse en colaboración.
Solo así combatiremos lo que el escritor José Saramago: la voz entrañable, llamó: las tres enfermedades del ser humano actual, “la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal”. Ellas también son parte de las amenazas y riesgos emergentes, que impiden priorizar la dignidad humana.
Hasta la próxima entrega.
La autora reside en Santo Domingo
Es educadora, periodista, abogada y locutora.