La administración de Donald Trump puso fin al aislamiento internacional del presidente ruso, rompió la unidad occidental en el conflicto y sembró dudas sobre hasta dónde llegaría Estados Unidos para defender a Europa, señalando un sorprendente giro hacia Putin y alejándose de los aliados tradicionales de Washington.
Con una ráfaga de declaraciones contradictorias en sus primeras incursiones en Europa, los ayudantes de Trump también alimentaron la preocupación de que el presidente estadounidense aceptará cualquier acuerdo con Putin, aunque sea malo para Ucrania y para un continente cuyas fronteras se ven de nuevo amenazadas por el expansionismo ruso.
Las insinuaciones de que Estados Unidos excluirá a sus amigos europeos de las conversaciones de paz sobre Ucrania -a pesar de exigirles que ofrezcan garantías de seguridad y tropas como parte de cualquier acuerdo para poner fin a la guerra- también desataron la alarma en las capitales del continente, y Francia convocó a los principales líderes a una reunión de emergencia en París este lunes.
Trump también desató temores de que la propia Ucrania no forme parte de unas conversaciones que son críticas para su supervivencia como nación después de que su territorio soberano fuera invadido por un vecino totalitario que trajo crímenes de guerra, matanzas de civiles y destrucción sobre su pueblo.
El presidente Trump planteó este domingo la perspectiva de una reunión con Putin “muy pronto”. Dijo a los periodistas en Florida: “Estamos avanzando. Estamos intentando conseguir la paz con Rusia, Ucrania, y estamos trabajando muy duro en ello”.
Después de que el presidente Volodymyr Zelensky advirtió en el programa “Meet the Press” de la NBC que “nunca aceptaría ninguna decisión entre Estados Unidos y Rusia sobre Ucrania”, Trump aseguró vagamente que Kyiv estaría “involucrado”.
Rubio dice que las conversaciones en Arabia Saudita son un primer paso
El secretario de Estado, Marco Rubio, el asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, y el enviado a Medio Oriente, Steve Witkoff, encabezarán la delegación estadounidense para las conversaciones auspiciadas por los saudíes, amigos tanto de Moscú como del equipo de Trump.
Rubio calificó la reunión como continuación de la llamada telefónica que Trump mantuvo la semana pasada con Putin. “Las próximas semanas y días determinarán si es serio o no”, dijo este domingo en el programa “Face the Nation” de la cadena CBS. “En última instancia, una llamada telefónica no hace la paz. Una llamada telefónica no resuelve una guerra tan compleja como esta”.
Rubio también contradijo los comentarios del enviado de Trump a Ucrania, Keith Kellogg, quien este sábado manifestó que si bien Kyiv participaría en las conversaciones de paz, las naciones europeas no lo harían. “Si se trata de negociaciones reales -y todavía no estamos allí-, pero si eso llegara a suceder, Ucrania tendrá que estar involucrada, porque ellos son los que fueron invadidos, y los europeos tendrán que estar involucrados porque tienen sanciones sobre Putin y Rusia también, y han contribuido a este esfuerzo”, dijo Rubio.
La evolución de la postura de EE.UU. sobre el acuerdo de paz propuesto demuestra que a menudo es imprudente reaccionar de forma exagerada a la retórica inicial de Trump y sus subordinados antes de que la sustancia de sus posturas esté fijada. Sin la determinación del nuevo presidente estadounidense de forjar lazos con Putin, habría pocas esperanzas de poner fin a una guerra feroz en los próximos meses. Y parece que Ucrania y los Estados europeos aún tienen un margen considerable para dar forma a unas negociaciones que solo podrán tener éxito si cuentan con su participación.
El ministro polaco de Asuntos Exteriores, Radek Sikorski, declaró en Múnich durante el fin de semana que la llamada de Trump a Putin le parecía un error, ya que “reivindicaba” al líder ruso y rebajaba la moral en Ucrania. Pero añadió: “Cuando el presidente Trump diga que como parte de un acuerdo tendrá que haber tropas europeas, se nos tendrá que pedir que las suministremos, así que tarde o temprano tendremos que participar.”
Aun así, los mensajes contradictorios de la administración alimentarán la preocupación de que Trump acepte un acuerdo con Putin que valide la invasión ilegal y luego la imponga a Ucrania. Aunque la mayoría de los realistas en política exterior aceptan que Ucrania no recuperará todo el territorio arrebatado por Rusia, Trump fue criticado por tirar por la borda su influencia con su llamada al líder ruso.
Al igual que el secretario de Defensa, Pete Hegseth, quien dijo que un acuerdo de paz no incluiría una vía para la adhesión de Ucrania a la OTAN y que no participarían tropas de mantenimiento de la paz estadounidenses. Algunas de esas declaraciones fueron posteriormente suavizadas por Hegseth y otros funcionarios de la administración.
La preocupación se vio exacerbada por el intento a velocidad de vértigo de Trump la semana pasada de rehabilitar plenamente a Putin, acusado de criminal de guerra, cuando promovió las posiciones de política exterior de Rusia en lugar de las de Occidente. El presidente, por ejemplo, pareció simpatizar con los razonamientos de Putin para la invasión y pidió su regreso a la agrupación de naciones industrializadas del G8 después de que Rusia fuera expulsada por la anexión de Crimea en 2014.
El rechazo de Trump a la estrecha coordinación de la administración anterior con Europa sobre Ucrania y la ausencia de los negociadores de Kyiv en las conversaciones saudíes también parecieron debilitar seriamente la posición negociadora occidental. Es probable que los funcionarios europeos simpaticen mucho más con los puntos de vista de Ucrania que Trump, por lo que si se ausentan de cualquier negociación a gran escala, la posición de Zelensky podría verse gravemente mermada.
El mordaz ataque a la democracia europea del vicepresidente J.D. Vance en la Conferencia de Seguridad de Múnich -y su decisión de reunirse con el líder del partido de extrema derecha antiinmigración AfD pocos días antes de las elecciones alemanas- sacudió mientras tanto a los líderes europeos. El discurso fue una clara señal de que la administración Trump pretende promover muchos de los movimientos populistas que evocan ecos oscuros en un continente dos veces destruido por la guerra en el siglo XX. Y la contundente advertencia de Hegseth en Bruselas la semana pasada de que los europeos necesitaban “asumir la propiedad de la seguridad convencional en el continente” fue ampliamente vista como una señal de la antipatía de Trump por la OTAN y su paraguas de seguridad.