El doctor José Francisco Antonio Peña Gómez, nacido el 6 de marzo de 1937 en un barrio humilde de la ciudad de Santo Domingo, fue un hombre de origen modesto que se transformó en uno de los políticos más influyentes y admirados de la historia de la República Dominicana. Su vida estuvo marcada por sacrificios personales, logros notables y una incansable lucha por el bienestar del pueblo dominicano. Hoy cumpliría 88 años.
Desde muy joven, Peña Gómez mostró un firme interés por los problemas sociales y políticos que aquejaban a su país. Su primer contacto con la política se dio a través de su militancia en la juventud del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), que en ese momento era la principal fuerza opositora al régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo. Fue durante estos años cuando José Francisco consolidó su vocación de lucha por la democracia, la justicia social y los derechos de los más desfavorecidos.
En 1959, con tan solo 22 años, se unió a la lucha armada contra la tiranía trujillista, lo que le valió ser perseguido y exiliado en varias ocasiones. A pesar de las dificultades, Peña Gómez nunca abandonó su compromiso con la causa del pueblo. Regresó al país tras la caída de la dictadura en 1961, y comenzó a consolidar su liderazgo dentro del PRD. Fue elegido diputado y rápidamente se ganó la confianza de la gente por su elocuencia, su cercanía con las masas y su capacidad para abordar los problemas del país con soluciones claras.

Uno de los momentos más emblemáticos de su vida fue su participación activa en la Revolución de Abril de 1965, una gesta que buscaba restaurar la democracia en la República Dominicana después del derrocamiento del presidente Juan Bosch en 1963. Peña Gómez, aunque no estuvo en el frente de batalla, fue uno de los principales defensores de la causa constitucionalista, lo que le permitió afianzarse como uno de los grandes defensores de la democracia y la soberanía del pueblo dominicano.
A lo largo de su carrera política, José Francisco Peña Gómez trabajó incansablemente por los derechos de las clases más humildes. Fue un firme defensor de la educación pública, impulsó la creación de hospitales y clínicas para atender a los más necesitados, y luchó por una mejor distribución de la riqueza del país. Su compromiso con la justicia social lo llevó a ser uno de los más fuertes opositores a la corrupción y las desigualdades que aquejaban a la sociedad dominicana.
En las décadas de los 70 y 80, Peña Gómez se convirtió en el líder indiscutible del PRD, alcanzando el cargo de síndico de Santo Domingo, y su figura se consolidó como la de un hombre íntegro, sin ambiciones personales, cuya única meta era el bienestar de la nación. En 1990, Peña Gómez alcanzó el máximo cargo al ser candidato presidencial por el PRD. A pesar de la dura competencia y las dificultades electorales, logró reunir un gran apoyo popular. Fue un referente para muchos dominicanos que lo veían como la esperanza de un futuro más justo y próspero.

Otro episodio a resaltar fueron las elecciones de 1994, que se celebraron en un contexto de creciente descontento popular con el gobierno del presidente Joaquín Balaguer, quien había sido una figura dominante en la política dominicana durante varias décadas, especialmente bajo el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC). En las elecciones participaron varios partidos, pero los principales contendientes fueron Balaguer (PRSC) y José Francisco Peña Gómez (PRD).
Los resultados fueron muy cerrados, hubo acusaciones de fraude; sin embargo, para resolver la crisis y evitar un estallido social mayor, Peña Gómez impulsó un acuerdo entre los principales actores políticos del país. Este acuerdo, conocido como el Pacto por la Democracia o Pacto Electoral de 1994, permitió una salida negociada y estableció ciertas reformas al sistema electoral, como la reducción del mandato presidencial a 2 años (en lugar de 4), así como la implementación de mecanismos para una mayor transparencia en futuros procesos electorales.
Sin embargo, Peña Gómez no logró la presidencia en su tiempo. Su lucha, sus sacrificios y su entrega al pueblo dominicano no fueron suficientes para alcanzar el poder. A pesar de ello, su legado es inmenso. Logró que su partido fuera un instrumento de cambio y progreso, y dejó un ejemplo de lo que es la verdadera política, basada en principios de justicia, honestidad y solidaridad.
El 10 de mayo de 1998, José Francisco Peña Gómez falleció, pero su muerte no hizo que se apagase la llama de su lucha. Hoy, a más de dos décadas de su partida, su legado sigue vivo en cada rincón del país, en cada acción de justicia social, en cada reivindicación de los derechos humanos, y en la memoria de un pueblo que nunca olvidará los sacrificios de quien dedicó su vida a luchar por un mejor futuro para todos.
Peña Gómez es, sin duda, uno de los más grandes héroes de la política dominicana. Su nombre permanece asociado a la lucha por la democracia, la justicia social y la igualdad, valores que él defendió hasta el último día de su vida.
¡Qué viva por siempre en el pueblo dominicano la memoria histórica de quien en vida se llamó: José Francisco Peña Gómez!