Aclaro que fui formado por mi padre desde aquella historia en la que, siendo jefe de la Policía Nacional, Trujillo le entregó un listado para que “resolviera”. Mi padre le respondió que, si se trataba de lo que él creía, Trujillo bien sabía que para eso tenía su propia gente— para eso no se usaban las unidades orgánicas de los uniformados —Esa respuesta le costó a mi padre la destitución como Jefe de la PN. Aclarando que esos equipos siempre existieron y existirán, aqui y en Pekín. La verdad hay que decirla.
Hago este preámbulo para hablar del asesinato de un periodista digno e idealista, Orlando Martínez, a quien respetamos por su forma de pensar, aunque no compartiéramos su visión del sistema comunista. Es importante precisar que mi padre tenía una relación cordial con Orlando; este lo visitaba tanto en su residencia como en el partido para entrevistarlo y sostener conversaciones sobre política.
En el análisis histórico, hay que actualizarse, pero no podemos juzgar los hechos del pasado con los criterios de hoy. Es irracional pensar que, en plena Guerra Fría y en un escenario de lucha irregular, donde los uniformados cumplían órdenes del gobierno para enfrentar a grupos comunistas que no buscaban el poder por la vía electoral, sino a través del terror, no hubiera confrontaciones. Estos grupos se entrenaban en países de la órbita socialista y en China, para luego regresar y matar militares y policías, asaltar bancos y secuestrar personas.
El presidente Balaguer lo advirtió desde que asumió el poder en 1966, pero sus adversarios lo subestimaron, creyéndolo un simple “muñequito de papel”. La historia debe contarse tal como ocurrió, para que la juventud tenga la oportunidad de hacer su propio juicio de valor y no caiga en la repetición de narrativas simplistas que presentan a los militares y policías como asesinos de opositores, mientras estos eran retratados como “los niños cantores de Viena”. Personalmente, respeto a aquellos jóvenes que entregaron su vida por sus ideales y jamás los ofendería, porque valoro profundamente a quien muere defendiendo sus principios.
Es hora de dejar de lado los cuentos de camino y las películas de Netflix. Basta con leer los reportajes de la época para notar que los jefes militares sabían quién mató a Orlando Martínez y, sobre todo, quiénes fueron los autores intelectuales. Pretender que en aquel contexto iban a salir públicamente a denunciarlo, como si estuvieran en el 2025, en plena era de redes sociales y revolución tecnológica, es desconocer la realidad de entonces.
El caso del general Neit Nivar era distinto. Aunque era oficial del Ejército y académico, siempre pensó como político y aspiró a formar su propio partido, lo cual finalmente ocurrió. Vio en el caso de Orlando Martínez, así como en su relación con dirigentes de la oposición e incluso con comunistas –a quienes, en algunos casos, llegó a proporcionar armas–, un canal para el futuro. Sin embargo, su proyecto se frustró con su muerte repentina cuando ya estaba retirado y dedicado a la política.
Sigamos apostando por la verdad. A los jóvenes que escriben sobre estos temas, los invito a actualizarse y a leer a Erasmo de Rotterdam, Voltaire y pensadores como Hobbes. Solo así podrán aportar con análisis adaptados a la realidad, a la razón y a la verdad.
La idea central es clara: debemos seguir viviendo en paz y evitar que se vuelva a derramar sangre de dominicanos matando a dominicanos.