No se trata de recomendar que el gobierno se quede de brazos cruzados. Es imprescindible planificar y actuar, especialmente cuando se tiene el deber de preservar la paz y el orden. Pero ¿se puede lograr con un lenguaje cargado de odio y violencia, con uniformes imitando a los militares?
Muchos de los haitianos que viven en Friusa trabajan honradamente. ¿Son más peligrosos que los dominicanos que venden drogas o que asaltan en las calles? ¿O más dañinos que los políticos inescrupulosos que saquean el erario, los militares que trafican con haitianos disfrazando el crimen con la bandera nacional, o los empresarios que violan las leyes migratorias explotando la mano de obra extranjera?
La soberanía nacional y la integridad territorial deben defenderse, claro que sí, pero con firmeza, visión, humanidad, justicia y liderazgo de altura. Solo así construiremos un país donde el bien común no sea rehén del prejuicio ni de la hipocresía.