A toda la tripulación de esta nave llamada República Dominicana:
El pasado lunes fuimos sorprendidos por un maremoto inesperado que desgarró el casco de nuestra alma colectiva.
La nación fue herida en su arteria más sensible: la vida humana. Partieron valiosos tripulantes sin despedida, arrastrados por la fuerza implacable de una desgracia que nos ha dejado sin aliento.
En circunstancias como esta, sobran las palabras. Solo caben el silencio respetuoso, la oración y la cercanía del corazón.
Hoy, más que nunca, izamos nuestras banderas a media asta y nos abrazamos como una sola dotación herida, pero unida.
A los que partieron, nuestra reverencia. A sus familias, nuestro más sentido pésame.
A los sobrevivientes, nuestra fuerza compartida. Y a los que quedamos a bordo, el deber ineludible de seguir navegando con dignidad, coraje y solidaridad.
Que esta tragedia nos una como nación y como tripulación que sabe enfrentar tormentas sin perder el rumbo ni olvidar su humanidad.
El mar sigue abierto y mientras haya una sola vela en pie, seguiremos adelante.
¡Adelante, tripulación!
