Estrategia de alta mar para quienes gobiernan  en tiempos inciertos

Cápsula naval  

Tener razón no siempre equivale a tener el mando del viento.

En el arte de la alta estrategia, como en la mar profunda, no basta con estar en lo cierto: hay que saber cuándo hablar, cuándo maniobrar y cuándo dejar que el silencio gobierne la derrota del buque.

Lo sabía Temístocles, que pospuso su verdad hasta tener la corriente a su favor en Salamina.

Lo advirtió Solón, cuando dijo que “cada verdad tiene su tiempo, y cada tiempo su prudencia”.

Y lo ignoró Ajax el Menor, quien, por no medir el momento, desafió a los dioses y pereció en las olas desatadas por el tridente iracundo de Poseidón.

Porque en el mar —como en el mando— no se desafían tempestades con orgullo ni se alzan velas con el juicio nublado por la pasión.

La diosa Metis, madre de la astucia, nos enseñó que la sabiduría no es solo saber, sino saber esperar.

Que hay ideas que deben fondear en la cala del silencio, hasta que la mar y el cielo se alineen para levar anclas sin naufragar.

Eso es alta estrategia: navegar con razón, pero también con la brújula de la prudencia y el sextante del tiempo.

Porque hasta la verdad más noble puede perderse si no leva el ancla en el momento justo.

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