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Moral – El arte de vivir

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Diálogo imaginario con el sacerdote Juan Luis Lorda
Del horizonte de la libertad

Néstor: ¿Es una quimera pensar en una libertad sin condiciones?
Lorda: No hay hombres que no las tenga; ni se puede vivir sin asumirlas. Hay hombres que tienen más y otros menos, pero todos la tienen. Las limitaciones son, en cierto modo, como las reglas del juego, el punto de partida, lo que hace que el juego sea emocionante. Si no hubiera ninguna, no podría haber juego.
 
Nuestra libertad tiene que ejercerse en ese marco. En unos casos el marco es más limitado, en otros menos; pero esos son los elementos del juego de nuestra vida. A cada uno le toca jugar lo mejor posible en sus cartas.
 
Es evidente que todas esas cosas que nos rodean nos imponen deberes. No hay que alarmarse. La mayor parte de las veces es un gustoso deber y es bonito vivirlo así. Solo a las personas que entienden que ser libre es no tener nada que hacer en la vida, les agobia un poco esta situación. En realidad, es una gran suerte tener patria y ciudad y padres y hermanos y amigos y vecinos. Pero es una suerte que nos imponen deberes: ordinariamente gustosos deberes.
 
Como vemos, muy pronto se plantea en la vida una cuestión fundamental, que después sigue planteándose constantemente: cómo vamos a afrontar la voz de los deberes. Mientras el niño es inmaduro, no se da cuenta de que existen deberes, pero cuando empieza a pensar, comienza a captarlo desde ese momento, tendrá que estar continuamente escogiendo.
 
El niño que se plantea si lo que tiene que hacer es seguir viendo la película o hacer el recado que le ha pedido su madre, ya está en el terreno de juego de la moral y no volverá a salir de él hasta que pierda sus facultades mentales o se muera.
Empieza el juego de bienes y deberes. Primero, solo se atiende a los bienes; hasta que la conciencia aparece y señala que un deber tiene prioridad: hay que hacer el recado. La situación se repetirá de distintas maneras constantemente. A la conciencia le toca decidir qué es bien o qué deber hay que preferir. Si se obedece muchas veces, al final del juego tendremos un hombre en su plenitud; si se desobedece muchas veces, tendremos un pobre hombre.
 
Néstor: ¿Cuándo la conciencia nos señala un deber, nos pone un compromiso?
Lorda: Ordinariamente, tenemos que vencer la resistencia de la pereza porque los deberes no suelen apetecer, por lo menos, al principio. Hay que decidir entre el deber de afuera y el gusto de dentro. Decidir bien es la única terapia conocida para vencer el egoísmo. Mientras uno vive pendiente únicamente de sus gustos, aunque sean buenos, está centrado en sí mismo, y no hace otra cosa que amarse a sí mismo. El egoísmo solo disminuye cuando se atiende la voz de los deberes. La llamada del deber nos saca de nosotros mismos y nos hace centrarnos en los demás.
 
Néstor: ¿Un paso en la realización del hombre es vencerse para servir?
Lorda: Seguro que sí, aquí se pone en juego una de las orientaciones fundamentales de la vida. Si escuchamos habitualmente la voz de los deberes, si somos hombres que damos mucha importancia a nuestros deberes, venceremos el egoísmo, si no, el egoísmo nos vencerá, además, como sabemos, cada acto deja huellas; de manera que muchas cesiones nos acostumbran a ser egoístas y muchas victorias nos acostumbran a ser rectos.
 
Esto es una cosa tan cierta que desde fuera se ve, se aprecia inmediatamente quién es egoísta y quién es noble. El egoísta no hace otra cosa que estar pendiente de sus bienes; mientras que vemos al hombre recto sacrificar sus bienes (comodidad, sus energías, su tiempo, su dinero, etc.) por cumplir con el deber; para atender a su madre, a su esposa, a sus hijos, a sus amigos, a las obligaciones cívicas, a los compromisos contraídos.

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