Comienza con una picada de mosquito infectado con un parásito, que rápidamente se aloja en la piel formando una llaga que te va devorando poco a poco.
De infectarse la herida, las cicatrices te van a acompañar de por vida.
Se trata de la leishmaniasis, una enfermedad que usualmente no ocupa titulares de prensa, y que ahora puede convertirse en una preocupación mundial por el brote que se está registrando este año entre los refugiados de Siria, que la llevan consigo a los países que los han recibido.
Las autoridades en Medio Oriente advierten que el número real de enfermos puede exceder los 100.000 al año.
Frente a este drama internacional, el nombre de un doctor venezolano ha comenzado a mencionarse, como una suerte de escudo protector. Es Jacinto Convit, inventor de la vacuna contra esta enfermedad.
Convit, sinónimo de investigador
Nacido en Caracas en 1913, Convit es conocido más por el desarrollo de la vacuna contra la lepra, una enfermedad que combatió desde el inicio de su carrera como médico.
Graduado en la Universidad Central de Venezuela (1938), y con una maestría en dermatología en Estados Unidos, se fue a trabajar al Leprocomio de Cabo Blanco, en el litoral central de Venezuela.
Esos años le dieron una invalorable experiencia para tratar a los pacientes leprosos, desmontando prejuicios sociales sobre el contagio por convivencia, pero fundamentalmente le sirvieron para emprender numerosas investigación sobre esa enfermedad.
Realizó arduos experimentos para identificar nuevas formas de tratar la lepra y de erradicarla, lo cual llamó la atención de la comunidad científica internacional.
«Aprendí a cuidar a los pacientes desempeñando labores de médico, juez, odontólogo y consejero, que sirvieron ampliamente para enriquecer mi conocimiento sobre la enfermedad y profundizar sobre el aspecto humano de los enfermos», contó en una oportunidad.
Luego de varias pruebas con el único remedio empleado en los pacientes en ese entonces, el aceite de Chaulmoogra, Convit y su equipo pudieron comprobar que el compuesto de Sulfota y Clofazimina actuaba con gran efectividad en contra de este mal, lo que conllevó progresivamente el cierre de las leproserías en Venezuela.
El siguente rival, leishmaniasis
El espíritu investigador de Convit lo llevó, tras su victoria inicial sobre la lepra, a profundizar sus estudios sobre ésta y otras enfermedades endémicas.
De no atenderse a tiempo, la leishmaniasis provoca lesiones en la piel que duran toda la vida.
Eso dio origen al Instituto de Dermatología (hoy Instituto de Biomedicina de Caracas), el cual dirigió desde 1972. Ahí logró producir la vacuna contra la lepra, combinando la vacuna de la tuberculosis con el bacilo Mycobacterium leprae.
Esa fue la base para desarrollar la vacuna contra la leishmaniasis.
Para Convit, la lepra y la leishmaniasis, compartían aspectos clínicos, histopatológicos e inmunológicos, por lo que sugirió la posibilidad de que se pudiera usar una aproximación similar.
En un estudio sobre 94 pacientes durante 12 meses, el médico logró comprobar la efectividad de su técnica obteniendo 94% de curación en los casos tratados.
La vacuna contra la lepra sirvió de base para desarrollar la que combatiría a la leishmaniasis.
Con sendos desarrollos científicos para combatir la lepra y la leishmaniasis, la institución adquirió un nivel de reconocimiento que la convirtió en la sede del Centro Internacional de Investigaciones y Adiestramiento sobre Lepra y Enfermedades Afines de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El efecto de la vacuna contra la leishmaniasis fue notable y Venezuela se convirtió en uno de los primeros países evitar la aparición de brotes epidémicos.
En el 2010, Convit anunció que Venezuela había dado un paso importante con la introducción de la vacuna contra la enfermedad en el noroeste de Argentina y América Central, en un esfuerzo de integración en la región.
Legado de Convit
A lo largo de su extensa carrera Jacinto Convit acumuló muchos reconocimientos.
Jacinto Convit fue nominado en 1988 al Premio Nobel en Medicina.
Fue nombrado por la OMS director del Centro Cooperativo para el Estudio Histológico y Clasificación de la Lepra, cargo que desempeñó desde 1971 hasta antes de su fallecimiento.
En 1987 le otorgaron el Premio Príncipe de Asturias, en la categoría científica y técnica.
En la edición de 1988 fue nominado al Premio Nobel de Medicina y en el 2002 la Organización Panamericana de la Salud lo nombró «Héroe de la Salud Pública de las Américas».
Convit murió a los 100 años el 12 de mayo de 2014.
Legado de médico venezolano contra enfermedades
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