República Dominicana crece, crece y crece. Es de la región el país con mayor índice en este sentido y en su pasada rendición de cuentas, el presidente Danilo Medina afirmó que a pesar de que América Latina crecerá apenas un 0,2%, con alguna de sus principales economías adentrándose en la recesión, la nación lo logró en un 7% en 2015 y se prevé que se expandirá en torno a un 6.0% en el 2016.
Especialistas en el tema ratifican que los indicadores macroeconómicos que registra el país son favorables y, por supuesto, constituye una de las principales herramientas que ayudan en las elecciones del 15 de mayo a Medina; de todos modos, como señaló el economista y catedrático Carlos Cuello, el mantenimiento de la tasa de cambio en un 5% por el Banco Central, y las proyecciones de crecimiento que los organismos internacionales han observado hablan de un buen manejo del gobierno en la economía.
Entonces, ¿qué sucede que las familias dominicanas andan asfixiadas por el alto precio de alimentos básicos en su canasta familiar? ¿Qué ocurre que las cuentas se aglomeran y el quitar de aquí para poner allá, y viceversa, no acaba de dar resultados para esa mayoría que sostiene, en definitiva el denominado “equilibrio económico”?
Algo pasa y las explicaciones lideran los pronunciamientos; pero, entre los 10 millones de habitantes de esta hermosa tierra, una buena parte no entiende que ese macrocrecimiento no incida en su micromundo, ni siquiera en lo esencial. Eso, sin mencionar lo que representa el nivel de endeudamiento de un 48.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), y a quién dañará más esta situación.
