El Papa Francisco convocó a los indígenas de Chiapas, el estado más pobre de México, a rechazar la opresión y los elogió por su armónica relación con la Tierra, que aseguró sufre una de las mayores crisis ambientales de la historia.
En el tercer día de su visita a uno de los países más católicos del mundo, Francisco ofició misa para las comunidades indígenas en San Cristóbal de la Casas, una colorida ciudad colonial en el montañoso sur del país que fue tomada cuando los rebeldes zapatistas se levantaron en armas en 1994 en reclamo de mejores condiciones de vida.
Haciendo referencias a la Biblia y al libro indígena Popol Vuh, Francisco dijo que «hay un anhelo de vivir en libertad, hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida donde la opresión, el maltrato y la degradación no sean la moneda corriente».
«De muchas maneras y de muchas formas se ha querido silenciar y callar ese anhelo, de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma, de muchas formas han pretendido aletargar y adormecer la vida de nuestros niños y jóvenes con la insinuación de que nada puede cambiar o de que son sueños imposibles», dijo el Papa en la homilía ante 100,000 fieles.
Muchos habían llegado desde distintas regiones del estado, donde parte de la población no habla español. Por eso la misa se celebró por momentos en lenguas indígenas y con traductores.
«La comunidad indígena ha sido siempre marginada, olvidada, arrinconada en todos los aspectos: económicos, políticos, sociales, inclusive en lo religioso», dijo Magdalena López Hernández, una profesora de origen indígena que aseguró que las comunidades aborígenes tienen pocas oportunidades.
«Él (Francisco) quisiera que los indígenas fueran tomados en cuenta en todos los aspectos, con el gobierno, con la sociedad en su conjunto», agregó.
Más tarde, el Papa almorzó con ocho líderes comunitarios indígenas religiosos, y visitó la tumba de Samuel Ruiz, obispo en Chiapas durante 40 años hasta 2011 y quien fue mediador entre los rebeldes zapatistas y el Gobierno.