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El enemigo interior…

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Todavía las visitas del Papa a Cuba y a los Estados Unidos dará que hablar por mucho tiempo. Y el discurso de este jueves ante las Cámaras conjuntas del Congreso norteamericano, será material de reflexiones por largos días también.
 
Y es que el Sumo Pontífice no solo habló a los congresistas de allá; de muchas maneras sus frases sirvieron para quienes ejercen esta labor en otras partes del mundo, porque: “La actividad legislativa siempre está basada en la atención al pueblo. A eso han sido invitados, llamados, convocados por las urnas”.
 
Del dilema concomitante de los siglos y por los siglos, que es el enfrentamiento del bien y el mal; sin obviar que en lo individual cada ser libera estas batallas de “la tentación”, sobre todo si en sus manos recaen responsabilidades que  tocan a buena parte de la población.
 
Para Bergoglio, “combatir la violencia perpetrada bajo el nombre de una religión, una ideología, o un sistema económico y, al mismo tiempo, proteger la libertad de las religiones, de las ideas, de las personas requiere un delicado equilibrio en el que tenemos que trabajar”; porque, tal y como enunció en este impactante discurso:
 
“El mundo contemporáneo con sus heridas, que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos” y “sabemos que en el afán de querer liberarnos del enemigo exterior podemos caer en la tentación de ir alimentando el enemigo interior”.
 
Y hubo muchos mensajes que perdurarán en la memoria colectiva y que por espacio es imposible nombrar uno a uno; pero este, en particular, debe horadar las conciencias y llegar hasta lo más profundo de quienes gobiernan en el más poderosos país del mundo, en el sentido de “acabar con los muchos conflictos armados que afligen nuestro mundo”. Quizás responder al papa Francisco, ante esta interrogante, ponga sobre el tablero una de las más cruciales verdades de estos tiempos: “¿…por qué las armas letales son vendidas a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indecible sobre los individuos y la sociedad? Tristemente, la respuesta, que todos conocemos, es simplemente por dinero; un dinero impregnado de sangre, y muchas veces de sangre inocente. Frente al silencio vergonzoso y cómplice, es nuestro deber afrontar el problema y acabar con el tráfico de armas”. Y a estas conclusiones se suman muchos otros tráficos que destruyen el mundo que se intenta construir, o al menos salvar para futuras generaciones.

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