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El asesinato de la joven Franchesca Lugo Miranda por rasos de la Policía y un exmiembro del Ejército dominicano, no solo preocupa al presidente del Parlamento Centroamericano (Parlacen), Armando Bardales Paz, quien se refirió a los niveles de violencia e inseguridad en la región, una de las más violentas en el mundo, durante su visita al país. Esa violencia que parece no tener fin, esa inseguridad que acaba de arrebatar una vida más al seno de una noble familia, a una nación que más que todo precisa de amor y convivencia pacífica, agobia, debilita y tritura desde lo más profundo a la sociedad dominicana.
 
Los hermanos Tapia Díaz y la joven que falleció habían concluido las labores y se dirigían a sus hogares, tal y como han dado a conocer los medios de prensa. Eran personas sencillas, trabajadoras, emprendedoras y estudiosas. Ella cursaba el séptimo cuatrimestre de la carrera de Comunicación Social en la Universidad Dominicana O & M y sin más ni más, una bala criminal atravesó su pecho…
 
A los culpables de tan oprobioso hecho se les impuso un año de prisión preventiva, como medida de coerción, y por todos los sitios del país se escuchan lamentos y expresiones de pesar, unido a un llamado al Presidente de la República para que le “ponga más asunto a la seguridad ciudadana”. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH-RD) expresó su “profunda indignación y consternación” frente a este asesinato y declaró no sentirse conforme solo con el castigo a los culpables, sino con la búsqueda impostergable de soluciones radicales “para que esta carnicería de ciudadanos inermes a manos de agentes criminales se detenga ya”.
 
Aunque es triste reflexionar de esta manera los hechos, a pesar de que muchos hablan de que es mejor “negociar” con los delincuentes y entregar todo lo que pidan, para no perder la vida, esta penosa acción que concluyó con la irreparable pérdida de Franchesca Lugo Miranda, expuso con mayor claridad que la gravedad del problema de la seguridad ciudadana que tenemos, traspasa los niveles y se percibe, como fue el caso, desde las entrañas de la organización que debía preservar el orden y cuidar de la vida de todos y todas, no sesgarla.

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