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México derrota a Cuba en Copa Oro

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Chicxago.- Ni las victorias aplastantes son necesariamente perfectas. México cumplió. Le ganó 6-0 a Cuba en la Copa Oro de fútbol.
 
Ganó, cierto, pero pudo hacer más goles, pudo ser más exquisito. Cumplió, pero le faltó esa exquisitez del despiadado. Y paulatinamente, el Tri desertó ante el seleccionado herido de deserciones. 6-0, la condena, cuando el escenario era propicio para el escándalo y la masacre.
 
El Tri enajenó el marcador, enloqueció a la tribuna y puso a bailar de júbilo y de ilusiones a la mayoría de los 54 mil 126 que pagaron boleto en una noche perfecta de Chicago, que comenzó con el 3-1 de Trinidad y Tobago sobre Guatemala.
 
Oribe fue la figura. Marcó tres goles. Y desperdició otros tantos. Giovani, Carlos Vela y Andrés Guardado completaron los clavos en el féretro antillano.
 
¿El balance? Un juego de magnífica utilidad. El Tri encontró un adversario perfecto para alargar su pretemporada para los momentos difíciles de la Copa Oro. No tiene la culpa de ello, el mérito fue aprovecharlo.
 
Para Miguel Herrera la tarea es compleja. Administrar la euforia del marcador y recriminar los pecados que pudiera haber detectado, desde displicencia en algunos remates, hasta bajar el termómetro de la adrenalina de manera proporcional al incremento en el marcador.
 
El Tri enfrentará en Phoenix el domingo a Guatemala. Trinidad y Tobago se medirá a Cuba.
 
PERSISTENCIA…
El oleaje reventaba en los riscos cubanos. O los disparos iban torcidos. O la defensa estoicamente rescataba en la línea. 17 minutos de angustia. El querer reventaba en el poder.
 
El ataque de México era la mejor defensa de Cuba. Porque era rústico, precipitado, impulsivo, desesperado.
 
Pero un doble remate a doble insistencia de Andrés Guardado sería la ganzúa al cerrojo de la desesperación antillana. El balón llega a Oribe Peralta, quien patea de manera poco ortodoxa, pero implacable sentencia el 1-0.
 
Abrir el marcador destapa las esencias tranquilizantes. Cuba vegeta lejos del empate, aunque se fortalece en el estoicismo defensivo.
 
Y el 2-0 no lo gesta México ni con exquisitez ni preciosismo. Lo escribe a músculo y empellones. A rebotes. A carambolas bajo el precepto de la casualidad.
 
Jonathan controla y entrega en corto a Carlos Vela, quien reacciona alegremente jalando el gatillo. El arquero cubano se lanza por azar y se entera por el alarido de la tribuna que ha recibido el segundo. 2-0, al 23′.
 
Ejerciendo el control, México peca de desperdicio por displicencia. El peor de los pecados en un futbolista. Prueba de ello el desdén con el que Oribe Peralta al 33′, con el arquero vencido, se la entrega a las manos.
 
Pero a los 37′, se lavaría las manos con la zalea cubana. Héctor Herrera lo encuentra solo, gracias a una maniobra de distracción de Carlos Vela. Y esta vez sin coloquios ni artificios, a fuerza bruta, Oribe Peralta entrega el 3-0.
 
Con Cuba resignado, desertando casi del juego, México engorda la red, las 54 mil gargantas de la tribuna y el marcador. Servicio de Herrera y Andrés Guardado, en uno de sus escasos goles de cabeza, sentencia el 4-0.
 
El partido sigue teniendo un vacacionista, con Guillermo Ochoa en una noche de bostezos y sin taquicardias. La pirotecnia cubre el cielo del área cubana, con la tribuna cantando el Cielito Lindo y pidiendo el cuarto, aunque el silbatazo de Walter Quesada deja el suplicio antillano en la piadosa muerte de 4-0.

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