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“Pedagogía del oprimido”, puerta de esperanza

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Narra  uno de los mayores y más significativos pedagogos del siglo XX,  el brasileño Paulo Freire, que su concepto como educador varió y se enriqueció en verdad,  cuando escuchó a un obrero decir que cómo podría tener un concepto de la esperanza, si al llegar a su hogar sus hijos lloraban por haber malcomido, su cansancio era infinito, y al tocar al amanecer la sirena que despertaba a todo el pueblo, sin apenas haberse recuperado, debía volver al trabajo.
 
Ahí le nacieron esas ideas que sustentan la “pedagogía del oprimido”, que como humanista y liberadora integra  esos momentos que él denomina develamiento en ese  mundo de opresión;  necesidad de transformarlo, y “una vez transformada esa realidad opresora, esta pedagogía deja de ser del oprimido y pasa a ser la pedagogía de los hombres en proceso de permanente liberación”.
 
Paulo Freire aboga por romper la inercia, la pasividad, los silencios. Más que un pensamiento revolucionario, sus ideas revolucionan lo que parecía una puerta inmensa e inamovible, tras la cual se escondía- se esconde aún-, la esperanza.
Se le considera el pedagogo de los oprimidos y con su trabajo como educador transmitió la fuerza que debió nacer del propio dolor como emigrante  y exilado por razones políticas a causa de las dictaduras, y  por tener  como domicilio el Consejo Mundial de las Iglesias en Ginebra, Suiza.
 
Y podrían ser estas solo unas líneas de recuerdo a su memoria y obra, si no fuera porque aún se necesitan esos principios del diálogo, esgrimidos por Freire, que conforman la relación entre profesores y alumnos; esa manera diferente de ver el mundo y entender, ya que andamos por los pasos  de alfabetización y otros momentos en la educación dominicana, que es esta “conquista que hace el hombre de su palabra”, lo que ciertamente conlleva la conciencia del derecho de decirla y “ sólo a través de ella … liberarse y enfrentar críticamente el proceso dialéctico de su historización”. Es decir, “ser persona en la historia”. Parafraseamos, «en nuestra historia».

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