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Siete claves para entender lo que está pasando

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Washington.- Han transcurrido cinco meses desde que los presidentes Barack Obama y Raúl Castro anunciaran el pasado 17 de diciembre su intención de abrir un nuevo capítulo en las relaciones entre Es­tados Unidos y Cuba.
 
Tras un encuentro histórico de los dos mandatarios en la VII Cumbre de las Américas, hoy inicia en Wa­shing­ton la tercera ronda de conversaciones a nivel de funcionarios para avanzar en el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la reapertura de embajadas.
 
Izar las banderas de las misiones de Washington y La Habana sería ya de por sí un hito entre dos naciones vecinas que han carecido de nexos formales durante más de medio si­glo. Sin embargo, constituiría solo el inicio de una etapa mucho más larga y compleja.
 
Los malos entendidos y también las manipulaciones intencionadas han acompañado este proceso desde un inicio. Granma comparte con sus lec­­tores siete claves para ayudar a entender las dimensiones de lo que está pasando entre La Habana y Wa­shington y la etapa que se avecina.
 
1. Los presidentes tomaron una decisión, lo que falta es llevarla a la práctica
El 17 de diciembre, entre otras noticias de importancia para ambos pueblos, Raúl Castro y Barack Obama anunciaron simultáneamente que han decidido restablecer las relaciones diplomáticas entre Cuba y EE.UU, rotas hace más de medio siglo.
 
Ahora, la voluntad de los presidentes debe pasar por los canales oficiales de cada país para materializar ese paso.
 
Las delegaciones que se han reunido en La Habana y Washington en varias rondas de conversaciones y encuentros técnicos, están llevando adelante ese proceso.
 
La importancia de estas reuniones es que establecen las bases sobre las cuales van a funcionar los nexos di­plomáticos, para no incurrir en los errores del pasado.
 
2. Ninguna de las partes ha condicionado el restablecimiento de relaciones
Una de las principales líneas de ataque mediático contra las conversaciones ha sido hablar de “condicionamientos” entre las partes.
 
Tanto los diplomáticos cubanos co­mo estadounidenses han sido claros en que el ambiente de trabajo lo ha marcado el respeto y la profesionalidad, en un clima de reciprocidad y sin injerencias.
 
Cuba lo que sí hizo desde un inicio fue señalar aspectos que resultaría necesario solucionar antes de dar un paso: el fin de su injusta inclusión en la lista de países terroristas y la situación de su misión en Washington, que ha carecido de servicios bancarios por más de un año.
 
Ambos aspectos ya están en camino de su solución definitiva, según ha trascendido.
 
Entretanto, los funcionarios estadounidenses han hablado sobre la movilidad de sus representantes en la futura embajada en La Habana (la de los diplomáticos cubanos también está limitada en Washington), así como el acceso de los cubanos a sus instalaciones.
 
Al respecto, Cuba ha insistido en la importancia de cumplir con las Con­venciones de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y Consulares, que establecen la importancia de cumplir las leyes del país anfitrión y no inmiscuirse en sus asuntos internos.
 
Una misión debe poder relacionarse con las personas del país anfitrión, pero respetando preceptos y normas, explicó recientemente un di­plo­má­tico cubano.
 
3. El restablecimiento de relaciones no es lo mismo que la normalización de relaciones
Confundir el proceso de restablecimiento de los nexos diplomáticos  con el de normalización de las relaciones, que es mucho más largo y complejo, es otro error común.
 
Después de contar con embajadas en ambas capitales, se abriría la eta­pa de la compleja búsqueda de la “normalidad” entre dos países que comparten una convulsa historia bilateral.
 
Las autoridades cubanas han se­ñalado varios puntos que se consideran indispensables para hablar de una normalización: el levantamiento del bloqueo, la devolución del te­rritorio de la Base Naval de Guan­tánamo, el fin de las transmisiones ilegales de radio y televisión, la cancelación de los planes de cambio de régimen y la compensación por los daños causados al pueblo cubano durante más de medio siglo de agresiones, entre otros.
 
Nunca se ha dicho que esos puntos necesitan solución para abrir las embajadas, como algunos medios han intentado manipular.
 
Incluso las autoridades estadounidenses han reconocido la posición cubana.
 
“Unas relaciones completamente normales no incluyen un embargo económico, no incluyen sanciones económicas”, dijo recientemente una funcionaria del Departamento de Estado de EE.UU. que pidió su anonimato.
 
Sin duda esta nueva etapa incluye la discusión de otros asuntos de interés para ambas naciones. Pero Cuba ha sido clara que no se le puede pedir que “dé algo a cambio”. Nuestro país no aplica esas medidas a Estados Unidos, ni tiene bases militares en territorio norteamericano, ni promue­ve un cambio de régimen.
 
Asimismo, Cuba ha dicho que no se le puede exigir que tenga que renunciar a sus ideales de independencia y justicia social, ni claudicar en uno solo de sus principios, ni ceder un milímetro en la defensa de la soberanía nacional.
 
4. El cambio de política de Washington es un triunfo del pueblo cubano y de la integración latinoamericana
No pecaríamos de chovinistas al reconocer, co­mo lo ha hecho la ma­yoría de la comunidad internacional, que el hecho de que Cuba haya llegado a este punto es resultado de casi siglo y medio de heroica lucha y fidelidad a sus principios.
 
Asimismo, no se podría pensar en cambios de política de este calado sin entender la nueva época que vive nuestra región, y al sólido y valiente reclamo de los gobiernos y pueblos de la Comunidad de Estados Lati­noa­mericanos y Caribeños (Celac).
 
En la II Cumbre de la Celac en La Habana se firmó un documento que no tiene referente en la historia he­misférica: la declaración de la región como Zona de Paz, la misma que reconoce “el derecho inalienable de to­do Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como con­dición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones”.
 
5. Estados Unidos cambia los métodos, pero no los objetivos
Una de las grandes preguntas que ha seguido este proceso es en qué consiste y cuál es el alcance del cambio de política de Estados Unidos. El asunto no tiene una respuesta fácil y quizá sea muy pronto para poder hacer un análisis cabal.
 
Cuando el Presidente Obama hizo su anuncio, dijo que después de 50 años de una política fracasada, era hora de probar algo nuevo.
 
“Estamos en el camino hacia el fu­turo, dejaremos en la espalda las co­sas que hicieron el pasado complicado”, dijo Obama en Panamá respecto a Cuba.
 
Sin embargo, en varios momentos, las autoridades estadounidenses han dicho que cambian los métodos, pero no los objetivos. En esos objetivos está desde el 1ro. de Enero de 1959 el derrocamiento de la Re­volución.
 
“En Cuba, no estamos en el negocio del cambio de régimen”, precisó Obama durante la VII Cumbre de las Américas, en una declaración que llenó a muchos de esperanza.
 
Sin embargo, aún millones de dó­lares se destinan públicamente a pa­gar la subversión en Cuba, a lo que se suman otros fondos que no son de­clarados.
 
Por su parte, las autoridades cu­banas nunca han mostrado ingenuidad. “Nadie podría soñar que la nue­va política que se anuncia acepte la existencia de una Revolución socialista a 90 millas de la Florida”, dijo Raúl en su discurso durante la III Cumbre de la Celac.
 
6. Obama puede hacer mucho más
Obama acompañó los anuncios del 17 de diciembre con un grupo de medidas que modifican una pequeña parte de la aplicación del bloqueo, pero esa medida de agresión se mantiene en pie.
 
Cuba ha reconocido la valiente po­sición de Obama de involucrarse en un debate con el Congreso para po­nerle fin, algo que no había he­cho ningún otro presidente estadounidense.
 
Sin embargo, es falsa la matriz me­diática de que el presidente “ha he­cho todo lo que puede”.
 
Obama podría utilizar con determinación sus amplias facultades ejecutivas para modificar sustancialmente la aplicación del bloqueo, lo que está en sus manos hacer, aun sin la decisión del Congreso.
 
Pudiera permitir, por ejemplo, en otros sectores de la economía todo lo que ha autorizado en el ámbito de las telecomunicaciones con evidentes ob­jetivos de influencia política en Cuba.
 
7. Con respeto a la soberanía, no hay temas tabúes
Una de las lecciones de los últimos  cinco meses  —y quizá también del año y medio de conversaciones se­cretas que los antecedieron— es que Cuba y Estados Unidos pueden abor­dar cualquier asunto siempre que sea en un marco de respeto.
 
Cuba ha mostrado su voluntad a abordar incluso aquellos temas que más se han utilizado y manipulado para atacar a nuestro país, como de­mo­­cracia, libertad de expresión y de­rechos humanos, asuntos sobre los cuales tiene mucho que mostrar y opinar.
 
Quizá la clave más importante de todas, y la que resume este trabajo, es que el reto mayor entre Cuba y Es­tados Unidos es construir una con­vivencia civilizada basada en el respeto a sus profundas diferencias.

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