Aunque la iglesia católica de Polonia haya pedido perdón a los menores abusados sexualmente por Józef Wesolowski en la República Dominicana, y a sus familiares, y hasta el mismo secretario del Episcopado polaco, monseñor Wojciech Polak, aseguró “que pedir perdón es lo mínimo que se le debe a las víctimas”, la decisión de dejar en libertad al pederasta, aun “con la obligación de no salir de este Estado”, según informó el portavoz de la oficina de prensa del Vaticano, Federico Lombardi, resulta demasiado benévolo para quien traicionó leyes divinas y destruyó vidas infantiles.
Ya en días pasados, tras el arresto del exnuncio en el Vaticano, primer obispo en tales condiciones, se dio a conocer la noticia de que “sería procesado según las normas en vigor antes de la reforma penal del 2013, por lo cual podría condenarse a 6 o 7 años de prisión, más eventuales agravantes”.
Hay que pensar que esa «cierta libertad de movimiento al agotarse el tiempo de la prisión preventiva y considerando su estado de salud», concedida al prelado, no la tuvieron aquellos de quienes abusó sin misericordia alguna, mientras predicaba en nombre de la fe y el amor.
Las investigaciones y los interrogatorios continuarán y finalmente el mundo conocerá lo que Wesolowski hizo en los tiempos en los cuales actuó como nuncio en República Dominicana, entre enero de 2008 y agosto de 2013, desde donde fue expulsado del sacerdocio tras un proceso canónico. El papa Francisco pidió que este caso «tan grave y delicado» fuera abordado sin demora y se considera en la historia de la institución “una decisión sin precedentes” la asumida por Pontífice, quien decidió que no pudieran “contaminarse las pruebas» y mucho menos que existiese la fuga del exnuncio.
La Santa Sede sigue en la mirilla, y habrá que considerar por su justo nombre, como se ha planteado, y no como «pecados sexuales», los «delitos», que la Red de Supervivientes de Víctimas de Abusos Cometidos por Sacerdotes aspiran a ver castigados con el máximo de las penas, para consuelo de quienes han sufrido y también para acabar con esta “escala del fenómeno de la pedofilia en la Iglesia”.