“Suélteme en banda” le respondió un alumno de segundo grado cuando la maestra le llamó a la atención por su mal comportamiento dentro del aula, en el Centro Educativa Sodeca, del sector El Caliche, Cristo Rey, Distrito Nacional. Tras esa conducta desafiante la profesora trató de hacer razonar al niño, recibiendo de vuelta algunas palabras descompuestas y al corregirlo el muchacho respondió: “No importa, mi madre también las dice”.
Escenas como estas se repiten a cada segundo en la labor diaria de los educadores del país y algunos consideran que el respeto y la admiración que antes existía por el trabajo y la vocación del pedagogo se ha ido perdiendo, unido esto a la descomposición familiar y social que se vive actualmente.
Tanto en las escuelas públicas como en colegios privados los maestros y maestras reciben ofensas de sus discípulos, quienes hasta en muchos casos los ven como sus subalternos, al creer que por el hecho de que sus padres paguen las cuotas de sus matrículas les da el derecho a insultarlos.
A medida que los alumnos avanzan en grados educativos, la irreverencia de algunos aumenta, al punto de que un grupo de adolescentes de la escuela Ramón Matías Mella, ubicada en San Felipe, Villa Mella, fabricaron una bomba química de malos olores y la depositaron en la oficina de la directora, en represalia por esta haberles quitado un examen. Luego del desmayo de la administradora, se realizó una exhaustiva investigación y los culpables fueron expulsados definitivamente del plantel.
Ante este panorama, los educadores han asumido diversas medidas, a fin de mantener la calma y bajar la tensión de los aprendices, ya que la conducta que exhiben es una muestra de cómo anda la dinámica familiar del alumno.
En ese sentido, la maestra del Centro Educativa Sodeca, Andrea Jiménez Joaquina, aclara que es muy difícil mantener controlados a 32 niños, quienes tienen personalidades, familias y problemáticas sociales diferentes y con todo eso lograr que obtengan una buena enseñanza. “Casi siempre terminamos afónicos y agotados de tanto pedirles que guarden silencio o que estén tranquilos”.
La directora de la escuela básica Aruba, Dora de los Ángeles, narra que cuando ven una mala acción en un estudiante, lo primero que hacen es hablar con el niño, preguntarle qué le pasa y por qué actúa así y si es necesario se transfiere a la psicóloga escolar.
“Nos hemos llevado la sorpresa de que muchos cambian su comportamiento cuando durante la plática lo tratamos con amor y cerramos el tema con un abrazo. Esto evidencia que están carentes de cariño y que su desobediencia es la forma que usan para hacerse notar.
De los Ángeles esclareció que con los adolescentes la situación se complica porque muchas veces los padres son los que apoyan la indisciplina de sus hijos, por lo que pidió a los progenitores trabajar unidos a la escuela y no en su contra.
“Sorprendimos a varios estudiantes entre 12 y 15 años con productos para fumárselos en una hookah y cuando le preguntamos si sus padres sabían eso, dijeron que sí y que era en la habitación de un compañero que la preparaban”.
Asimismo, la psicóloga de la escuela Aruba, Anselma Carrasco, sostuvo que cuando un niño manifiesta un comportamiento agresivo en el aula, es porque en su hogar hay violencia doméstica, por lo que entiende que no sirve de nada tratar de modificar esa conducta si en la casa se la refuerzan con el mal ejemplo.
“Cada vez que tenemos reunión de padres tratamos de hacerles conscientes del patrón familiar que le están enseñando a sus hijos y la forma de cómo cambiarlo para su beneficio”, resalta Carrasco.
En tanto, Freddy Matos, profesor de un colegio privado, considera que la desesperación de los directores por captar un gran número de escolares ha motivado la falsa creencia de que si los tutores o progenitores pagan a tiempo la mensualidad, sus hijos pasarán de curso sin importar su rendimiento escolar o el comportamiento.
“Los dueños de los centros educativos privados nos repiten a cada rato que los estudiantes son la materia prima de su empresa; sin embargo, eso no puede desautorizarnos ni permitir que nos falten el respeto”, explica el educador.
Irreverencia alumnos desvaloriza labor maestros
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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