Barcelona.- Ni Ronaldo ni Maradona. Ni Schuster ni Figo. Ni Rivaldo ni Romario. Ni tan solo Ronaldinho. Messi es un caso aparte que solo tiene con ellos, excepto Ronaldinho, una coincidencia, de momento alejada: Una salida tormentosa y de mala manera del FC Barcelona.
El club mantiene un extraño y absoluto silencio institucional y prefiere esperar a que el fútbol aparte del plano el asunto. Pero en el entorno del Camp Nou la intranquilidad crece.
Messi no da puntada sin hilo. Fuera de apariciones ‘atadas’ a actos promocionales apenas si habla un par de veces al año y lo hace, siempre, en medios argentinos. Allí es donde hay que interpretar con extremado tacto sus palabras y tanto lo que dijo en mayo, antes del Mundial, como lo que habló el pasado lunes con el diario Olé provoca una preocupación evidente.
Leo no tiene dinero porque quien no sabe cuanto dinero tiene o genera llega un momento en que se olvida del tema. Entonces, arreglado el contrato, ¿qué pasa con Messi? «Ocurre que se siente un simple actor de la película, cuando en el pasado era protagonista, director y guionista», advierte una fuente próxima a su entorno, dando a entender que la felicidad del 10 en Barcelona no es tal en el Barcelona.
El argentino siempre fue, y sigue siéndolo, un animal competitivo que no gusta de perder ni en los entrenamientos. Y echando la mirada atrás recuerda con tanta nostalgia los días felices de la era Guardiola como atemorizado el derrumbe del equipo que lideró antes Ronaldinho bajo la batuta de Rijkaard.
Atemorizado porque sospecha estar en una situación similar, como si el final de una era que se ha ido produciendo en los dos últimos años estuviera cercano, más allá de los títulos. El Barça no se regeneró como debería y por las razones que sean quienes debían tomar los relevos no encajaron en el rompecabezas. Pasó con Cesc, con Thiago o Alexis… Y los refuerzos del filial tampoco explotaron como en su día lo hicieran Busquets o Pedro.
Leo mira al pasado y recuerda los últimos tiempos de Ronnie, de Deco o de Motta. Y no puede evitar el miedo a que todo ello se reproduzca en el futuro inmediato porque los Gudjohnsen, Zambrotta o Thuram de entonces se repitan hoy con los fichajes que deberían catapultar al equipo y no lo hacen.
Secundario en la primera época, fue el centro de todo en la segunda. Guardiola avisó en su día que la salud de este Barça se sostenía en la «felicidad» de Messi y siempre, siempre, entendió que el argentino era tanto la guinda del pastel como los cimientos del proyecto.
Le rodeó tanto como pudo de secundarios de lujo, le asoció con los mejores Iniesta o Xavi, le buscó compañeros de ataque tan lustrosos como alejados del foco (de ahí el ‘fracaso’ con Ibrahimovic) y el ecosistema azulgrana alcanzó durante cuatro años la excelencia con él a la cabeza.
«Si por mí fuera me quedaría siempre. Pero como dije recién, no siempre se da todo lo que a uno le gusta. Más en el fútbol, que es tan cambiante y que pasan tantas cosas. Es complicado, más en los momentos que está pasando hoy el Barcelona», dijo Messi.
Messi y Barcelona en problema, el jugador se siente infeliz ahí
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