El ciudadano que era de la clase media está en la singladura que no pensó transitar en la edad de la oxidación, el oleaje que presiona y cuestiona lo impulsa a buscar rutas de que la llamada democracia cambie su sistema administrativo desordenado, permisivo corrupto, en transparencia y honestidad nacionalista Duartiana.
En este 2014, ha trazado diversos rumbos frente a la colisión de los impuestos, todos han sido naufragios. Quitarle dinero al ciudadano de manera impositiva es perjudicial, elimina propiedad y libertad civil, porque no hay propiedad, ni libertad, debido a que la libertad civil depende de la seguridad de la propiedad.
La contribución impuesta absorbe más de su presupuesto, que es fijo, tienes menos para cubrir las necesidades primarias y con la gravedad de todo lo que compra sube de precio, porque cuesta su producción y venta. Está en cada sol, con el bolsillo más vacío, compra menos y paga más, perdida de la calidad de vida.
Los creadores de este atropello, felices como príncipes. Pero, la ley natural se la cobra, el mal creado en este tránsito terrenal requiere a la vida el pasaje de las acciones malas y bendices las del amor. Crecimos con el consejo de los mayores: «el que crea viento cosecha tormenta».
Los politicastros sufren la enfermedad del mal de la insaciabilidad del poder enriquecedor de conocer límites. La mente nublada ciega que la gente sea lo primero.
Nuestro ego nos indica que está en retiro, vuelvo a la escuela estoica donde aprendí su «AEQUO ANIMO» de ecuanimidad interior, es decir, saber reaccionar ante lo que afecta con serenidad y sin deprimirme, armonizar el entorno y propagar la paz. Vivir la alegría alimentando todo lo sucedido, hasta lo que perturba el avanzar y abrir anchos senderos hacia otros lugares de inesperadas alegrías. Es que tránsito en la paciencia. Tiene razón el envejecido ego.
La «economía blindada» con su hoyo fiscal de cifra incalculable dio origen a la ley impositiva que vació y cerró los bolsillos de los que fuimos clase media. Demostraron que saben conceptualizar con la ley del apego a su bóveda y sin amor ni a sí mismos, negaron a Bosch y al Decálogo Duartiano. ¡Qué pobreza espiritual! En la lápida se leerá: Los grandes millonarios del cementerio. Recibimos lo que hacemos, siempre separa el mal que hacemos a los demás.
Nuestro invitado de hoy: Tito Livio, quien grabó en el mármol de la vida de Roma: «La necesidad es la última arma y la más terrible».