(Primera parte). Siempre he sostenido que nadie debe infravalorarse hasta el punto de entregar su libre albedrio y voluntad a una persona, de esas que denominamos líderes, para que piense o decida por nosotros, cuando está a nuestro alcance aprender a usar el propio cerebro y enfrentarnos a los desafíos que nos presenta la vida en cualquier campo de la actividad humana.
Creo, eso sí, en un dirigente que admita sin oponer barreras las soluciones consensuadas para tratar de resolver la problemática social, pero me opongo enfáticamente a que otro ser humano, desde una posición de poder, equivocado o no, pretenda hablar a nombre de los demás, solo porque se atreve a hacerlo o porque formó una agrupación que insiste en manejar como su coto particular.
Es lamentable que el grueso de los mortales vivamos todavía dormidos en la inconsciencia de los males que nos circundan, sin aportar soluciones porque quienes se adjudican el monopolio de las «decisiones infalibles» descarten nuestras ideas como inservibles, en su propósito de conducirnos como rebaños, llevándonos a los abrevaderos que ellos eligen, lo queramos o no.
El líder autocrático o vertical, el que trata de ejercer el poder y el control de arriba abajo, evita los aportes y el consenso de los integrantes de su organización, pues lo considera un estorbo a sus pretensiones, porque piensa que él es el único predestinado y que nadie más puede generar ideas y no respeta una sugerencia emanada del grupo, por considerar que hacer tal cosa lesiona su «legitimo» derecho a ejercer la autoridad absoluta en la toma de decisiones.
Esa actitud ególatra y megalómana lo convierte en un hombre sediento de poder, que aspira urgentemente llegar a la cima. Para ello, en principio utilizará todos los medios y personas a su alcance (los que prefieren el camino fácil de dejarse llevar) a fin de lograr su propósito; después los irá desechando, cuando juzgue que no los necesita, como esas naves que descartan los cohetes propulsores en la estratósfera para continuar la navegación espacial por su propia autonomía.
Sin embargo, un líder siempre será necesario, porque habrá momentos en que las sociedades humanas deben subordinarse a un estilo autocrático, del guía fuerte que les dicte exactamente qué hacer cuando los tiempos son estresantes» ya que en esos momentos no hay oportunidad para largos debates y esta forma de liderazgo puede aportar las mejores soluciones limitando los argumentos a fin de lograr una salida rápida a una determinada problemática, como una catástrofe de la naturaleza, situaciones de guerra y de otro tipo de urgencias.
En tiempos normales, este tipo de liderazgo es innecesario y constituye un peligro para la convivencia grupal, si es que al líder le da la seguidilla del absolutismo y se resiste a aceptar que un estilo vertical, autocrático de dirigir es algo circunstancial. En su obstinación por controlar a los demás puede convertirse en un dictador que rehúsa delegar autoridad entre los miembros de la organización para que ejerzan sus quehaceres, con lo que demuestra que no tiene confianza en su equipo -que aunque no lo diga- lo califica de incompetente e incapaz de colaborar en el desarrollo de objetivos de gran responsabilidad.
En este siglo 21, hacer «lo que dice el jefe» sin pasarlo por el cedazo de la crítica es una usanza obsoleta e inadmisible de un añejo liderazgo, que puede ahogar la creatividad de cualquier colectivo social, convirtiéndolos en simples marionetas conducidas por los hilos sacrosantos del titiritero.
El mundo de hoy rechaza a los amos, exige reciprocidad y prefiere asumir como modelo el liderazgo horizontal cuya amplitud permite al ser humano asumir el papel de seguidor y otras veces el de líder. Este tipo de liderazgo se debe tanto saber confiar como hacer que confíen en uno.
Conclusión
Todo apego a posiciones, afectos o simpatías extrema es causa de sufrimiento. El no delegar responsabilidades en los demás produce situaciones estresantes, porque el hombre orquesta perfecto no existe y el exceso de trabajo puede minar su salud. Nadie en una novena de béisbol puede jugar todas las posiciones al mismo tiempo. El impedir el avance ajeno crea resentimientos que desarticulan el progreso en cualquier entidad social.
…..Continuamos la próxima semana….
Liderazgo vertical Vs liderazgo horizontal
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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