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Amet: una eficiente agencia recaudadora

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Es penoso y hasta curioso cuando los agentes de Amet (Autoridad Metropolitana de Transporte), aún arriesgándose a ser atropellados, le caen encima a un conductor, como una fiera hambrienta sobre su presa.
 
Junto a los atropellos a los ciudadanos, hay que sentir pena por los policías de tránsito, sus jefes los hostigan a que hay que poner multas, no importa cómo ni dónde.
 
Arriesgando su vida, los agentes se colocan en el centro de los elevados o túneles emboscando los motoristas. Los vehículos les pasan rozando y a gran velocidad. La multa es importante, pero nada vale más que una vida.
 
En una avenida va una cadena de carros a gran velocidad. Repentinamente, los agentes se le atraviesan a uno de estos. Ya ustedes imaginan lo que se produce. Y empeora al entrar la noche.
 
Las nuevas unidades motorizadas de “fiscalización” andan como echando competencia en zigzagueo entre los vehículos. No temen a un accidente.
 
Cuando el tránsito es más caótico, la administración del jefe de Amet, Juan Brown, ha desatado la euforia por las multas, traspasando los límites de los pasados directores de esa entidad.
 
Brown ignora que Amet es una entidad al servicio y protección de la ciudadanía. En su cabeza no entra la idea del equilibrio entre prevención, educación, castigo y organización del tráfico vehicular.
 
No se conoce de ningún plan de organización del tránsito. Las unidades de Amet comienzan a poner multas e incautar vehículos justo a las siete de la mañana. Entrada la noche siguen en lo mismo.
 
Como los conductores de vehículos privados no tienen sindicatos que los defiendan, a veces les están poniendo infracciones que consideran injustas y al lado impera la anarquía de los choferes de carros públicos.
 
“Los Amet” se hacen los desentendidos cuando las guaguas y carros públicos se atraviesan, hacen tapones adrede, en la competencia por los pasajeros.
 
Muchos guardias y policías ponen el mal ejemplo transitando en carros y motocicletas ilegalmente: sin placa, matrícula, seguro, licencia y casco protector.
 
Al llegar donde está el operativo de los muy rudos Amet, dicen la palabra mágica: “¡Soy militar…!”. Nadie los molesta, aunque violan la Ley.
 
Pero allí mismo “los Amet” tienen una larga fila de infelices motoconchistas, mensajeros, que con cara triste, están pensando dónde conseguirán dinero para la multa.
 
A veces las multas exceden el costo de las deterioradas motocicletas. Agréguese los robos y daños que sufren en el depósito conocido como el Canódromo.

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