Tantos adioses de estos días duelen, hincan profundo y hacen exhalar ese suspiro que imprime quejas y penas en un lenguaje único e inexpresable, casi.
Dice Benedetti, con su prosa clara e inimitable: Siempre me entristecen los adioses/así fueran de santos o de crápulas/ alguna vez yo los abandonaba/ otras veces me abandonaban ellos/…
Se fueron José Luis Feliciano Vega, conocido artísticamente como Cheo Feliciano, ese compositor y cantante puertorriqueño de salsa y boleros, con su ritmo y su voz que hacía brillar el son para el mundo entero.
Sonia Silvestre hacía llorar a la tarde y no solo dominicanas y dominicanos lloraron…, el universo entero la lloró cuando dijo adiós, y casi no lo creemos.
Del Gabo, el gran García Márquez, irrepetible y paradigma de escritores de aquí y de allá, habría tanto que decir, que solo saltan en estas líneas los versos de Benedetti: Las despedidas saben a burbujas/ que apenas duran / sólo las usamos como una desazón efervescente/ que emigra con los pájaros que emigran/… Y quedamos sin palabras ni alientos/.
Nada duele tanto como los adioses…, mejor que cada quien emita su saludo póstumo y guarde tan solo aquello que dejaron los que han ahora no están y, sin embargo, siguen estando.
Tantos adioses
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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