En cuantas ocasiones nos hemos preguntado: ¿Qué es más importante en el fútbol de los niños y jóvenes? ¿Buscar una victoria o una formación óptima del joven jugador? Por medio de este artículo, ofreceremos respuestas a este tipo de interrogantes, que ayudaran a una mejor comprensión sobre la filosofía de trabajo que el formador puede y debe ejecutar.
El mandamiento deportivo de que lo importante es participar y jugar, hace tiempo que fue arrojado a la basura en la mayoría de los clubes de fútbol por técnicos que utilizan a sus jóvenes discípulos exclusivamente como plataforma para su ascenso social y profesional.
La cultura de la victoria en el deporte infantil está causando diariamente en todas las partes del mundo mucho daño, no sólo a los niños, también a los clubes cuya calidad de formación de sus talentos está condicionada negativamente cuando se busca por todos los medios la victoria, independiente si se trata del equipo benjamín, alevín, infantil o cadete.
Sólo en pocos clubes se mide la calidad de la formación en el número de jugadores que cada año pueden ser incorporados en la plantilla del equipo representativo. En ellos, en vez de jugar para ganar se disputan partidos para aprender y ganar a largo plazo.
Según el periódico «El País» (ver la edición del 5 de septiembre de 2000), un estudio a finales de los años ’90 reveló que de los 20 millones de niños norteamericanos que participaban en actividades deportivas organizadas, 14 millones lo dejan antes de haber cumplido 13 años. También en el fútbol español y argentino se observan con preocupación (pero sin haber tomado las correspondientes medidas) un incremento constante de niños de entre 13 y 15 años de edad que abandonan el «fútbol federado» después de haber entrenado y competido como adultos durante 6 o más años.
La deserción masiva se debe a que el juego, concebido inicialmente de los niños como unas actividad lúdica y de entretenimiento compartido con otros amigos, se ha convertido para ellos con el paso de los años en una experiencia amarga por las frustraciones vividos, el sistema rígido de las competiciones , la presencia de sus críticos padres y especialmente por las muy elevadas exigencias de los entrenadores, cuyo objetivo es, en vez de formar a los jóvenes a conocer y a dominar cada vez más el complicado y difícil juego de fútbol, conseguir con ellos a cualquier precio muchas victorias y así el prestigio necesario para optar a un trabajo mejor renumerado en el mundo de fútbol.
El debate «¿Ganar o formar?» está enfrentando entre sí a los profesionales que se dedican a la organización, gestión, investigación y enseñanza o entrenamiento de casi todos los deportes, pero también a muchos padres que ven en la actividad deportiva de sus hijos una plataforma de promoción social y económica.
La clave del problema reside en la consideración de la práctica deportiva desde la propuesta que ofrecen las federaciones regionales como única referencia válida. En ellas todo gira alrededor de la búsqueda del modelo de campeón y la práctica puramente competitiva para conseguirlo.
Las categorías inferiores se ven salpicadas tanto en objetivos como en la forma de enseñar de sus técnicos por un afán desmedido en alcanzar cuanto antes los máximos resultados del joven deportista.
Doy un ejemplo. En cualquier «Escuela de Fútbol», antes de empezar a trabajar, los responsables pueden elegir entre dos filosofías bien distintas de trabajo:
• Buscar por todos los medios la victoria de sus equipos a corto plazo o buscar, a pesar de la posibilidad de perder partidos, una óptima formación gradual e integral del jugador con objetivos a más largo plazo.
Según la orientación elegida, las consecuencias para los niños y para las «Escuelas de Fútbol» son las siguientes:
OBJETIVO: GANAR
• Se suele seleccionar a jugadores que están acelerados en sus capacidades físicas, especialmente los más fuertes. Ellos son los titulares. A los esfuerzos, a la asistencia regular y al comportamiento dentro del grupo se da menos importancia que al puro rendimiento en el campo que nos garantiza la victoria.
• Hay poco espacio para los retrasados físicamente y para los más jóvenes y los menos capaces. El fútbol es antidemocrático.
• Desde los 8 años se da una desmesurada importancia a la táctica.
• Se busca inmediatamente la profundidad en el juego de ataque. El equipo tiene prisa y juega más rápido de lo que es capaz.
• Se juega muy vertical, se emplea frecuentemente y preferiblemente pases largos (también el portero despeja con el pie).
• Pocas intenciones para construir el juego. Frecuentemente el balón no pasa por el medio campo y va directamente a los atacantes, mediante pases largos.
• Se realizan cambios de orientación en las acciones ofensivas.
• El responsable es un entrenador/técnico que instruye con el fin de ganar el partido y el campeonato.
• El jugador debe obedecer al técnico que manda o instruye desde la línea lateral.
• En busca de la victoria se educa a ser desleal, hacer trampas, ser deshonesto, engañar a los contrarios y al árbitro.
• Los fines justifican los medios.
• Se juega más contra que con el balón.
• No hay tiempo y espacio para amagues.
• Prematura especialización en una determinada demarcación. Juegan los mismos y poco los suplentes.
• Se expone el joven prematuramente a la competición de los adultos. Dura años hasta que desarrolle los mismos hábitos que demuestran los adultos en el juego 11 contra 11.
• Se da una desmesurada importancia al trabajo físico porque así se consigue más rápidamente resultados.
• Para poder ganar prevalece en los entrenamientos la aplicación de la metodología tradicional.
• Se valora más lo deportivo que la persona. Se acepta frecuentemente comportamientos discutibles para conseguir un buen resultado.
OBJETIVO: FORMAR
• Todos juegan y no sólo los más fuertes. Se prefiere jugadores con perspectivas en el manejo del balón e inteligencia.
• El buen comportamiento fuera y dentro del campo es uno de los criterios para la selección así como la voluntad de esforzarse.
• Todos tienen los mismos derechos para jugar independiente de su físico y capacidad.
El fútbol es democrático.
• El partido sirve para evaluar el grado de habilidad y ganar experiencia en la táctica.
• Prevalece la cultura de mantener la posesión del balón. No hay prisa en el juego.
• Todos los jugadores tocan el balón. Prevalecen pases cortos y apoyos cortos. El portero suele servir el balón con un lanzamiento con la mano.
• El balón avanza generalmente de la defensa a los medio campistas y de ellos a los atacantes, basándose el juego en los principios de la comunicación y cooperación.
• El responsable de crear espacios para la penetración, cambia frecuentemente la orientación en el ataque
• El responsable es un formador que estimula con el fin de mejorar el rendimiento del jugador y de su equipo.
• El jugador realiza la próxima acción en función de lo que él ha observado y decidido. No decide el técnico por él.
• Se educa a la deportividad, a la honestidad, a respetar el reglamento y ser leal en la confrontación con los adversarios.
• Se juega con el balón, acariciándolo.
• Hay tiempo para ejecutar fintas y utilizar su fantasía e imaginación.
• Todos reciben varias oportunidades de experimentar en la competición varios puestos en el equipo.
Juegan todos, independientemente de su calidad.
• Se adapta la competición en cada fase de la evolución del niño a sus capacidades físicas e intelectuales.
• Se busca respetar la naturaleza y se mejora las capacidades condicionales y coordinativas con una gran variedad de juegos.
• Para poder formar mejor al jugador, debe prevalecer en las prácticas la aplicación de la metodología activa.
• Se da prioridad a la formación de la persona por medio del deporte. Se utiliza el deporte como una escuela de la vida.
«Un técnico de fútbol base que gana casi todo no ha trabajado por el futuro de sus jóvenes jugadores sino por su porvenir», Anónimo.
En muchas ocasiones, la obsesión de los entrenadores y especialmente de los padres de alcanzar con los jóvenes de entre 8 y 12 años resultados antes de tiempo, incentivan a los técnicos a planificar y realizar en los entrenamientos exclusivamente ejercicios / juegos específicos de fútbol.
Como consecuencia se producirán rápidos éxitos en los resultados de sus competiciones, pero el declive no se hace esperar después de pocos años. Además, la falta de variedad en la formación unilateral aumenta el riesgo de lesiones y no estimula la motivación para entrenar con vistas a alcanzar objetivos importantes a largo plazo. Los niños así formados suelen abandonar la práctica del fútbol más frecuentemente que aquellos que han disfrutado de una formación en varios deportes, requerimiento básico necesario para alcanzar con el tiempo el más alto nivel.
Es sabido que sólo una amplísima experiencia motriz ganada en la edad del mayor aprendizaje motor (7-11 años) permite aprender posteriormente más rápido y ejecutar eficientemente las más complicadas técnicas y comportamientos tácticos que exige el fútbol de alto rendimiento.
Para incentivar a los formadores de fútbol a asegurar mediante un cambio de los contenidos de los entrenamientos una formación más polivalente de los jóvenes de entre 8 y 11 años, es según mis experiencias imprescindible cambiar la estructura de sus competiciones, sabiendo que el entrenador suele preparar lo mejor posible al niño para la competición con contenidos que simulan situaciones de la misma.
Consecuentemente una óptima relación entre entrenamientos multilaterales y especializados sólo se alcanzará en los campos de fútbol cuando los niños de 8 y 9 años realicen en futuro competiciones formativas que exijan aparte de un cierto nivel en las capacidades futbolísticas otras habilidades y capacidades motrices que son imprescindibles para su futura formación (por ejemplo las capacidades coordinativas y condicionales).
«Ganar una copa menos en el fútbol base significa muchas veces ganar un extraordinario jugador más», Anónimo.
¿Buscar la victoria o una óptima formación del joven talento?
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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