Conversando con mi nieto José Miguel y su novia de encantadora sonrisa a flor de labios, la señorita Laura, las neuronas dispuestas a la alegría disparan frases y ambos rieron a gusto. Les dije que la sonrisa es la alegría del corazón, salud espiritual. Que les iba dedicar una entrega. De la alegría.
En la terraza de Villa Baggatelle, residencia veraniega del ingeniero Don Félix Benítez Rexach y su señora esposa Doña Lucienne, Cannes, Francia, 1953. Sumido en el silencio refrescante de la brisa que ofrece los Alpes, invita el espíritu a disfrutar de una de las máximas personalidades de la literatura francesa, Jacobo Benigno Bossuet, en su libro Meditaciones sobre el Evangelio. Don Félix, señora Lucienne y el capitán John Percival salen a la terraza a saborear el café Paliza. Doña Lucienne como siempre sonriente me pregunta ¿Qué lees? Le contesté. Doña, a Jacobo Bossuet. Ella, más sonriente expresa: El poeta Andrés Gide invita a la alegría. Mira a Don Félix. Y con voz suave, melodiosa, se deja escuchar: A veces mi alegría se hace tan grande que quisiera compartir algo de ella y enseñar a alguien que despierte en mí. Me mira y: es Gide ve a la biblioteca y verás que rica es la alegría. Don Félix me dice también: puedes leer la Alegría de los griegos.
Ansioso fui a la biblioteca y leí del poeta Gide: “Una alegría omnipresente baña la tierra y fluye desde ella a la llamada de los sentidos. Todo busca ser, y cada criatura se alegra. La alegría es lo que llamas fruto cuando se encuentra en su savia y cuando es canto, pájaro. Toda la naturaleza nos enseña que el ser humano ha nacido para la felicidad”. Gide me estremece de alegría, fiesta en mi espíritu, me hace oler un perfume en la alegría que inunda mi interior. Cerré los ojos recordando los líricos versos de José Joaquín Pérez.
En el tramo de los clásicos me atraen Demócrito, Sócrates, Platón, Zenón de Citio y Publio Virgilio. Los griegos tenían la religión de la alegría, creían que sus Dioses del Olimpo eran adictos a reírse. Los filósofos vivían la alegría y la risa. A Demócrito lo llamaban el filósofo de la risa. Siempre dispuesto a reír, a hacer chistes, lo apodaron el Guasón por sus burlas. El maestro Sócrates, ante la cicuta su semblante fue risueño. Su discípulo Platón decía que entre los asuntos de más altura, solo se puede hablar mezclando la broma y la seriedad. Que la alegría es la esencia de los Dioses y que el humano es el único que tiene la capacidad para la risa. Zenón explicaba con vehemencia que para el estoico la alegría del ánimo es lo esencial de la vida. Publio Virgilio el poeta romano más sobresaliente escribió La Eneida, poema épico en doce cantos y grabó esta máxima: “El niño reconoce a su madre por la sonrisa”.
Jay y Laura leemos mal la vida por no reír. Un corazón alegre y sano. La alegría es poderosa, enfría la ira. Da gana de vivir. La vida es una fiesta, sinfonía armoniosa del corazón. Vida sana, nos acerca a nosotros mismos. Presencia de humanismo, fundamento de la existencia. En sí, expresión de la naturaleza humana.
En la Escuela de Evangelización Juan Pablo II, en el curso Juan aprendí: Las palabras de Jesús en el evangelio de Juan 15,11: os he dicho esto para que practiquéis en mi alegría y vuestra alegría sea completa. En Proverbios 17,22: “Corazón alegre bien al cuerpo, espíritu abatido seca los huesos”.
Nuestro invitado de hoy: Epícteto: Lejos de ser un valle de lágrimas, el mundo es una fiesta en la que somos espectadores y participantes.
La ascesis estoica no tiene nada de triste, sino que pretende ser la llave de la felicidad.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.
Meditabundo: De la alegría
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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