Mi padre y tío Miguel nos enseñaron que en el terruño petromacorisano las tradiciones
eran respetadas, se heredaban las ideas de los padres como sus bienes o sus nombres y se tenía como partida de honor el continuar fielmente su costumbre. Y repetían: “La costumbre hace ley”. Refiriéndose a la fuerza de la costumbre. Seguimos amando lo pasado más que conocer e inclinarnos a lo presente.
En el sistema político no se evitan todos los excesos, es primordial saquear el erario. La partida millonaria asignada a los partidos políticos es una desvergonzada piñata entre los correligionarios de la corporación comercial y no política como quieren venderse.
El político simula no tener memoria, injusto en sus quejas cuando es vencido, cruel en represalias cuando gana y listo para permitirse sin duda y recelo en cuanto puede, lo que critica con ahínco al contrario. Como no está motivado por las buenas costumbres y el Decálogo Duartiano, virtud de patria, no ejerce el apego, afecto a los que se niegan a asociarse sus vicios y excesos.
En los partidos no hay secreto de logia, moderación, continencia, los trapos lo tiran al sol sin lavar, en sus ansias de agarrar violando los estatutos y reglamentos. Ese desenfreno lo aplican cuando están en el poder. Los corruptos dejan de ser dominicanos, su patria es el dinero del erario que lo disfrutan como una asignación personal.
La historia enseña que las constituciones de Grecia habían sido casi toda la improvisación de un hombre. La de Roma fue la obra del tiempo. La dominicana la ambición de perpetuarse en el poder un varón, no un hombre.
¿Dónde está el sentido del deber con la Patria, la absoluta dedicación a esa obligación moral? La ambición lo cambia todo, es sed siega. Debe ser discreta, cauta, razonablemente guiada y refrenada. La ambición debe enseñar a los políticos en ese trance los sentidos.
Cada día aprendemos algo, como no cumplen y hacen cumplir la Constitución y leyes no vivimos en democracia. Sin democracia no hay ningún beneficio de ser civilizado. La comunidad es civilización. No tenemos protección, vivimos en la peor selva. Como domina la corrupción no somos civilizados sin ley. La ley de impuestos para cubrir el déficit fiscal millonario de la “economía blindada”, es mala, obliga a tomar prestado a sí mismo disminuyendo lo necesario para vivir. Los de la “economía blindada” nos recuerdan a Sofocles. “Lagrimas y desastre, muerte y vergüenza, y todas las calamidades para los que el mundo tiene nombres”. No es un asombro ver a los políticos corruptos como alcohólico y la clase media como borracha.
Las ancianas neuronas presentan como invitado el sabio decir: “A cada cerdo su San Martín”. Se aplica aludiendo peyorativamente a alguien que recibe su merecido por sus acciones o en el sentido de que todas las cosas tienen su reemplazo.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.
Meditabundo: El pan amargo de orto a orto
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
Story
Page