La tasa de pobreza en Latinoamérica y el Caribe alcanzó en 2012, como mínimo, un 28,2 por ciento de la población, o sea, 164 millones de personas, y la de indigencia o pobreza extrema, el 11,3 por ciento, lo que equivale a 66 millones de habitantes de la región.
A lo anterior se suma la triste realidad que afecta a 70,5 millones de niños y adolescentes, de los cuales 23,3 millones viven en la pobreza extrema.
Todos los datos antes mencionados apoyaron el discurso inaugural de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), aportados por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), donde se reconocen algunos avances en la región; pero, tal y como afirmó el jefe de Estado cubano, Raúl Castro, aun son “lentos, fragmentados e inestables”.
La necesidad de distribuir mejor las riquezas y los ingresos; el acceso universal y gratuito a una educación de calidad; el pleno empleo, mejores salarios y la erradicación del analfabetismo, están entre los enfoques primordiales de una población que merece “el establecimiento de una verdadera seguridad alimentaria, sistemas de salud para la totalidad de la población, derecho a una vivienda digna, agua potable y saneamiento».
Reflexiones y objetivos tales son alcanzables, sobre todo en el marco de la Celac, donde se reafirmó una y otra vez que “existen todas las condiciones para revertir la situación actual, pues sus grandes riquezas naturales deben convertirse en motor para la eliminación de las desigualdades”.
Ojalá esta transformación de ese capital natural en capital humano, infraestructura económica y diversificación de la base productiva y exportadora, hagan verdad el sueño de contribuir de modo decisivo a un verdadero proceso de desarrollo. Así se impuso en la Cumbre. Así debe ser. América Latina y el Caribe lo necesitan y lo merecen.
Todavía, muy pobres…
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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