Benito Mussolini deseaba fervorosamente que el segundo Campeonato del Mundo se celebrara en Italia -pese a que según dicen, sólo había visto un partido de fútbol en su vida por aquel entonces-. El primer motivo, resarcirse tras no lograr organizar el Mundial de 1930, que fue a parar a manos de Uruguay. El segundo, y más importante, utilizar un evento de dimensiones y repercusión mundial para ensalzar las virtudes del régimen fascista que lideraba. Dos años después, Adolf Hitler emplearía con el mismo objetivo los JJ.OO. de Berlín -aunque la superioridad de la “raza aria” que preconizaba quedó en entredicho tras la actuación de Jesse Owens-.
Para conseguir su objetivo, el dictador empleó todos los recursos de los que disponía. Giorgio Vaccaro, general del régimen de Mussolini y presidente de la Federación Italiana, se convirtió en el brazo ejecutor del Duce. Él defendió ante la FIFA la candidatura italiana, al tiempo que presionó a Suecia, el otro país que se había postulado como organizador, para que desistiera en su empeño. En 1932, Suecia cedió a las presiones y allanó el camino para que el país transalpino albergara el segundo Mundial de Fútbol. Al Duce sólo le quedaba encargarse de que Italia fuera la campeona del torneo.
32 participantes y una fase previa, que hasta Italia “disputó”
Por primera vez en la breve Historia de los Mundiales, se determinó que toda la competición se disputaría en formato de eliminatorias a partido único, con prórroga de treinta minutos y repetición del encuentro en caso de empate. En Italia 1934 tenían que participar un total de 16 equipos, pero la FIFA se vio desbordada, recibiendo hasta 32 peticiones. Es por ello que se organizó una fase clasificatoria por regiones, que estuvo salpicada de numerosas polémicas.
20 países europeos pugnaron en el reparto de 12 plazas. La ausencia más notable entre las naciones del Viejo Continente fue la de Inglaterra, que seguía dando la espalda al campeonato indignada por no haber organizado ninguna de las dos ediciones. Esta fue la composición de los grupos.
Grupo 1. Suecia, Lituania y Estonia.
Grupo 2. España, Portugal. En una eliminatoria a doble partido, la España republicana se impuso a su vecino luso por un contundente 11-1 (9-0 en la ida, en Madrid, y 1-2 en la vuelta, jugada en Lisboa).
Grupo 3. Italia, Grecia. También se planteó como una eliminatoria a doble partido. En Milán, Italia se impuso por 4-0. Antes de que se jugase la vuelta, Grecia se retiró. Sólo muchos años después se supo que el país heleno renunció a la eliminatoria a cambio de que Italia financiase la construcción de una nueva sede para su Federación.
Grupo 4. Hungría, Austria, Bulgaria.
Grupo 5. Checoslovaquia, Polonia.
Grupo 6. Suiza, Rumanía, Yugoslavia.
Grupo 7. Países Bajos, Bélgica, Estado Libre de Irlanda.
Grupo 8. Alemania, Francia, Luxemburgo.
En Sudamérica, 4 equipos compitieron por dos puestos. Uruguay, molesta por el boicot sufrido cuatro años antes, declinó la invitación a participar en las eliminatorias, al igual que Bolivia y Paraguay. Argentina y Brasil se mostraron poco dispuestos a participar en las mismas, y las plazas fueron entregadas a Chile y Perú, sus respectivos rivales. Presiones desde Italia obligaron a las dos grandes potencias a reconsiderar su posición sobre la idea de jugar el Mundial.
Cuando ambas cedieron se descalificó a Chile y Perú por no presentarse a los partidos de las eliminatorias, cuando en realidad la situación había sido justamente la inversa.
De Norteamérica se escogería a un único representante. El sistema fue el siguiente. Haití y Cuba se enfrentaron en una eliminatoria a tres partidos. El vencedor -Cuba- jugó a su vez con México. Tras tres enfrentamientos, México eliminó a Cuba y afrontó el partido final con EEUU. Este choque hubo de disputarse en Italia, tres días antes del inicio del Mundial, por la negativa de ambos países a jugar como visitantes. EEUU ganó por 4-2 y se quedó con la plaza.
Egipto completó el grupo de 16 participantes, tras superar en una eliminatoria previa a Palestina.
Comienza el Mundial
Los partidos de octavos de final se jugaron el día 27 de mayo, obteniéndose en ellos los siguientes resultados:
Suecia 3 – Argentina 2. La presión de los clubes obligó a Argentina a viajar con un equipo amateur, que no tuvo comparación con el que cuatro años antes había maravillado en Uruguay 1930.
Alemania 5 – Bélgica 2.
Suiza 3 – Países Bajos 2.
Checoslovaquia 2 – Rumanía 1.
Hungría 4 – Egipto 2.
Austria 3 – Francia 2.
España 3 – Brasil 1. El caso brasileño fue, si cabe, peor que el de los argentinos. La Confederación Brasileña de Deportes, encargada de seleccionar el combinado nacional, fue presionada por las autoridades de Rio de Janeiro para que convocara a jugadores amateurs, debilitando además a los equipos paulistas de cara a las jornadas de competición nacional que se disputarían al tiempo que el Mundial. El Palmeiras -por aquel entonces Palestra Italia- llegó a encerrar a sus jugadores en una hacienda bajo custodia armada para evitar que fueran convocados. Los jugadores seleccionados nada pudieron hacer ante una España que acudía al Mundial con sus mejores hombres.
Italia 7 – Estados Unidos 1.
El inicio de la “maldición española” en cuartos de final
El gran partido de cuartos de final enfrentó en el estadio Giuseppe Berta de Florencia, ante 43.000 espectadores, a Italia y España. La selección española era más poderosa que la anfitriona, pese a que esta se había reforzado con cuatros jugadores argentinos -entre ellos Luis Monti-, y un brasileño. Ante la permisividad del árbitro, el belga Baert -que tras el Mundial sería sancionado a perpetuidad por su irregular actuación-, los italianos se emplearon con violencia sobre el campo. Sin embargo, el partido finalizó con empate a un gol, y hubo de repetirse al día siguiente.
Hasta siete bajas se contaron en las filas españolas: Ciriaco, Fede, Lafuente, Iraragorri, Gorostiza. Las dos más importantes, las del delantero Isidoro Lángara, y la de Ricardo Zamora. Al “Divino” le habían roto dos costillas el día anterior en un lance del juego. El segundo encuentro fue arbitrado por el suizo Mercet, que de nuevo cometió errores de bulto que favorecieron al combinado italiano. El gol de Giuseppe Meazza vino precedido de una falta de Demaría al portero, Nogués. Hasta en dos ocasiones empató el partido España -con tantos de Regueiro y Quincoces-, pero el colegiado anuló los tantos por inexistentes posiciones de fuera de juego. El partido finalizó con el gol de Meazza clasificando a los anfitriones para semifinales, y con cuatro nuevos lesionados en el bando español: Regueiro, Quincoces, Bosch y Chacho.
Más polémica en las semifinales
Checoslovaquia y Alemania se enfrentaron en la primera de las semifinales. Se impuso Checoslovaquia por 3-1, con tres tantos de Nejedly, que a la postre sería máximo goleador del torneo.
Italia se impuso en San Siro a Austria por un exiguo marcador de 1-0. El gol, obra de Guaita vino, como no podía ser, precedido de un fuera de juego que fue muy protestado por los austriacos e ignorado por el colegiado.
El miedo impulsó a Italia a la victoria
Italia y Checoslovaquia disputaron la final el día 10 de junio de 1934 en el estadio del Partido Nacional Fascista, en Roma, ante 55.000 espectadores. El saludo del trio arbitral ya daba cuenta en los prolegómenos del encuentro de que il Duce se había asegurado de que Italia vencería el partido y se haría con el Mundial.
Pese a todo, Mussolini también se había encargado la noche anterior de recordarle a los jugadores y a su entrenador, Vittorio Pozzo, que el partido ante Checoslovaquia debía ser para ellos una cuestión de vida o muerte. Literalmente. Las palabras fueron: “Señores, si los checos son correctos, nosotros somos correctos. Eso ante todo. Pero si nos quieren ganar de prepotentes, el italiano debe dar un golpe y el adversario caer. Buena suerte para mañana señores. Ganen, o si no crash -corte de cabeza-.
El partido llegó con empate a cero al descanso. Cuentan que un emisario de Mussolini le recordó al técnico italiano la consigna del dictador, con una breve nota: “Señor Pozzo, usted es el único responsable del éxito, pero que Dios le ayude si fracasa“. Los jugadores italianos tenían claro que cualquier método era lícito para ganar y conservar la vida.
A falta de 20 minutos para la finalización del tiempo reglamentario, Puc adelantó a los checoslovacos. Orsi empató en el minuto 81 y el partido llegó a la prórroga. Exhaustos por los esfuerzos de los días anteriores, los italianos no podían con sus rivales. Meazza se desmayó, pero como por aquel entonces no se podían hacer cambios, tuvo que volver al terreno de juego. Suyo fue el pase de la victoria, que Schiavio transformó en gol.
Los campeones, héroes nacionales
Italia se proclamó Campeona del Mundo, y sus jugadores se convirtieron en héroes de la Patria. Mussolini ordenó que fueran recompensados con 20.000 liras cada uno, y se les otorgó la distinción de “Comendadores al Mérito Deportivo”. Sin embargo, su máxima satisfacción no fue vencer por Italia, fue salvar la propia vida.
El Mundial de Italia 1934.El Mundial del ‘Duce’.
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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