Desde el año 2006, más de 20 millones de hectáreas de tierras cultivables “habrían sido objeto de negociaciones en el mundo”, según Olivier de Schutter, relator especial de Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación.
No son pocas las personas que desde sus propios hogares y puestos de trabajo debaten el tema de la tierra; pues, o se le dedica tiempo, inversiones y todo tipo de esfuerzo, o sencillamente la humanidad sigue el camino tristemente ascendente del hambre y la desnutrición.
Es cierto que la ONU y la FAO intentan encontrar algunas formas que concreten la manera de proteger a los pequeños productores. Tal y como asegura D’armagnac, los espacios agrícolas se han convertido en activos codiciados y Naciones Unidas busca enmarcar estas inversiones.
Invertir en la agricultura es necesario con “códigos de conducta” apunta Jacques Diouf, director general de la FAO, años después de haber hablado de los riesgos de un “neocolonialismo” en este sentido, sobre todo a la hora de las adquisiciones y, en particular, en los países pobres, sin medios políticos y económicos que defiendan sus intereses.
En aquel foro de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación que tuvo lugar en Panamá, se recordó cómo la crisis alimentaria y económica mundial aumentó los hambrientos de 45 millones a 53 millones en Latinoamérica en 2009, y hubo en la agenda del comité técnico una evaluación de la gestión de riesgos y respuestas ante emergencias en los sectores agrícola, forestal y pesqueros en Latinoamérica.
Durante el último lustro se ha manejado el término de la agricultura familiar y el peso de esta en las naciones del área. Ojalá 2014 transcurra con la perspectiva y conclusión del número de hambrientos y desnutridos. En verdad, todavía los puntos no son muy claros en el horizonte.
El negocio de la tierra
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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