16:00 horas del 16 de agosto, 1953. Villa Vaggatelle, Cannes Francia.
Don Félix Benítez, señora Lucienne y el capitán Percival en la terraza toman el aromoso café Paliza, disfrutando la fresca brisa que baja de los Alpes. Don Félix va hacia la biblioteca, me indica ir. Coge una revista para la señora, de un tramo saca un libro y me dice: Te va a gustar, lee la Revolución Francesa.
Pasando páginas me uno a la multitud que grita libertad, libertad. Ilusión, en silencio en mí interior siento el grito libertad, libertad… ¡Qué grandeza incitante!
El 27 de agosto de 1789 la Asamblea Constituyente emitió un documento declarando los derechos del hombre y del ciudadano. Se recogen derechos y libertades que debe gozar todo ser humano y todo ciudadano. Leo 17 derechos. Me dije: Esto me gusta, abrí la libreta que tenía en el bolsillo y copié traduciendo del idioma francés solo estos derechos:
1- Los hombres nacen libres e iguales en derechos y las distinciones sociales no pueden fundarse más que en la utilidad común.
2- El objeto de toda sociedad política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.
3- El principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación. Ningún individuo ni corporación puede ejercitar autoridad que emane expresamente de ella.
4- La sociedad tiene derecho a pedir cuenta de su administración a todos los empleados públicos.
5- Toda sociedad en la cual la garantía de los derechos no está asegurada, ni determinada la separación de los poderes, carece de Constitución. Cierro el cuaderno de bitácora.
Han transcurrido 61 veranos de haberme sentido abusado como los franceses. El hombre no ha cambiado, mejorado, la humanidad sufre la sinrazón y el egoísmo que elimina la buena calidad de vida.
Estos derechos no vibran, han sido extirpados por la dedocracia, los dominicanos son dominados por el poder de la mentira, moral hipócrita. Los valores no se ejercen en una sociedad degradada donde lo primordial no es la gente, es el dinero, no importa su origen. Los calculadores borran la dignidad comprando vida por unos pesos.
La juventud está de pie, enfrenta la sin razón, el camino errado, no resisten las perversidades. Es latente que la fuerza de que los males no se pueden ocultar, saben que el poder antinatural es transitorio como la vida. Ayer pensé que lo bueno de la situación es lo mala que está. Hoy, más convencido de que la oratoria mentirosa no conjuga ideas que puedan negar, ocultar los males. Mintiendo las palabras se niegan, dominan la perversidad que se oculta.
¿Cómo cambiar la verdad cuando los actores que disertaban bonanzas ahora las presentan como déficit fiscal. Y se proponen mintiendo en repetición que los impuestos resuelven los males? Que bueno que permanecen en el mismo escenario con las mismas cosas sabiendo que no es verdad con intención de volver a engañar. Se han dado su muerte cívica.
El filósofo Epictet,o gran exponente del estoicismo, disertó para la eternidad: “A la larga todo hombre sufre el castigo de sus malas acciones. El hombre que recuerda esto no se enfadará con nadie, no se indignará con nadie, no humillará a nadie, no culpará a nadie, no ofenderá a nadie, no odiará a nadie”.
Nuestro invitado de hoy: William Shakespeare: “Venimos a este mundo como hermanos así que caminemos dándonos la mano”.
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.
De mi bitácora: La Revolución Francesa-Los Derechos Humanos
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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