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De mí bitácora. El mar es un maestro

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Esta pincelada navega el rumbo hacia mi distinguido Jorge Medina. En el bitácora está anotado que zarparemos desde la sombra de Isabel de Torre a una divertida pesca. El pez más grande no se desasirá del anzuelo. Además sentiremos la inquietud de las olas fortaleciendo la valoración del hombre por el hombre.
 
Aprendí a vivir entre los hombres en el enlace de los continentes, el mar, con su eterno, el que nunca se aleja, el viento. Y cuando éste se violenta por la fuerza invisible de los elementos, el mar levantado nos está mostrando que los humanos nada somos ante la fuerza de la madre naturaleza.
 
La vida es un cruce, muchas veces cruzamos el Caribe y el Atlántico, pero, el mar es tan grande, el horizonte tan lejano, nunca se alcanza, hace sentirnos pequeños. Sin conocerlo, su silencio, bravura, quietud, ronquido pavoroso, fuerza incontenible. Cada vez que lo observaba en silencio, cavilando, tal vez sumergido en los beneficios que otorga, sentía que era vida su sol purificante, la brisa refrescante que sumía en la limpieza espiritual, hasta llegaba a vivirla, fluían pensamientos de paz y hermandad.
 
En ese vaivén del agua como lecho y el firmamento como  techo, con los binoculares veía los hombres, los automóviles, la naturaleza de la tierra tan distinta a la del mar, me detenía en un mundo de inquietudes y aprendí que esa tierra de patria tiene un alma y quien entienda esa alma comprenderá por qué debe cuidarla.
 
Observaba que cada uno tiene su manera de vivir, muy pocos son los que realizan el bien por el bien. Así vamos en el constante trajinar. Lo importante es siempre ejercer el respeto debido, jamás claudicar ante las acciones torcidas.
 
En el mar, del que no me alejo, viví la intimidad con mi juez interior, conversaba y escuchaba a Jesús. Era la gran amistad evangelizadora. Hablamos de todo, se él me conoce, yo continuaba la búsqueda de conocerlo. Seguro de que nunca estoy solo, con él me basta. Este coloquio comenzó durante las noches marineras, fue la gran fiesta. Sí, la vida con Jesús es una fiesta, única, amor. Esas son las singladuras que continuamos disfrutando.
 
Las enfermedades espirituales de esta selva humana en cada orto son más perturbadoras y la mente se aleja como en la mocedad en el Caribe y Atlántico. Vuelve a sentir en el interior el perfume salado de la saludable, pura, brisa marina. Allí la vida es otra, sin recelos, en franqueza.  Todos los hijos del mar unidos con el noble sentimiento de espíritu de cuerpo. La sonrisa, el chiste sano, amistoso. Las almas en dúo sueltan al viento recuerdos de amores y las voces de los deberes que los rumbos exigen en el cero error, se acatan con alegría y la vida navega en hermandad.
 
No olvidamos el 23 de enero de 1953 a bordo del buque de carga y pasajeros Cibao, de la flota mercante dominicana donde los oficiales de la armada prestábamos servicios. En la tercera arribada al muelle 31 de Brooklyn salí a un paseo nocturno por la ciudad que no duerme, Nueva York. En el Town Hall disfruté el Jazz, concierto inolvidable que se ancló en los rincones de la alegría con la voz acatarrada del gran trompetista Louis Armstrong.
 
¡Oh señor es cierto que has hecho
inmenso los océanos, pero. ¿Por qué
has hecho tan largas las noches?
El filósofo Platón disfrutando el mar Mediterráneo arriba a Egipto acompañando a Eurípides para visitar a los profetas. Eurípides se enferma y es curado por los sacerdotes con un tratamiento con agua del mar. Platón expresa. “El mar lava todos los males de los humanos”.
 
Nos alejamos del discípulo de Sócrates y recordamos la definición poética del mar de verdadera originalidad es esta de García Lorca.
 
El mar es
el Lucifer del azul.
El cielo caído
por querer ser la luz
comentada así en la estrofa siguiente
pobre mar condenado
a eterno movimiento
habiendo antes estado
quieto en el firmamento.
 
En el año 1949 cuando yo era Guardiamarina aprendí una canción y solo recuerdo:
Se me fue mi amor
por estar enamorado del mar
ella me dijo un día a cuál de los dos quería
y yo inocente le dije que al mar.
 
El autor es vicealmirante retirado de la armada dominicana.

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