LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
Diálogo imaginario con el sacerdote Juan Luis Lorda (XXII)
El Horizonte de la Libertad
Néstor: El hombre goza de un horizonte amplio de la libertad de dirección. ¿Por qué se inclina sin perturbación a una moral hipócrita, lo inadecuado?
Lorda: En el hombre hay una libertad que se ve y otra que no se ve. La que se ve: Decimos que es libre a persona que hace lo que quiere sin que nadie le obligue o se lo impida. Es libre el que puede ir y venir, vivir donde le parezca, opinar, distribuir su vida como se le antoje. A esto le llamamos libertad, pero es solo una parte de la libertad, la que se ve. La más importante es la otra, que no se ve.
La que no se ve libertad interior, la de nuestra conciencia. Sus obstáculos no están fuera sino dentro. Es libre interiormente el que se puede guiar por la luz de su conciencia, el que no tiene obstáculos interiores que se lo impidan.
Néstor: La debilidad la concibo como un impedimento, un obstáculo que traemos. ¿Cuáles son los otros obstáculos?
Lorda: Los obstáculos interiores de la libertad son la ignorancia y la debilidad. El que no sabe lo que tiene que hacer, sólo tiene la libertad de equivocarse, pero no la de acertar. Y el que es débil se deja arrebatar la libertad por el desorden de sus sentimientos o por la coacción externa del que dirán.
Néstor: ¿Es la ignorancia una causa de no conocerse a sí mismo?
Lorda: La ignorancia apaga la voz de la conciencia: la deja a oscuras: no deja decidir bien porque no sabe decidir. Una conciencia deformada o con poca formación moral es incapaz de acertar. De una persona que haya recibido una formación moral muy imperfecta, no se pueden esperar grandes manifestaciones de libertad. Estará muy condicionado por lo que haya aprendido. Si no le han enseñado a valorar algunos bienes (los bienes estéticos, la amistad, la cultura, etc.), ni siquiera se dará cuenta de que existen y carecerá de libertad para alcanzarlos.
Por su parte las distintas manifestaciones de la debilidad hacen violencia o apagan la voz de la conciencia. Quien tiene una aficción desordenada al juego, no decide bien sobre lo que tiene que hacer cada día; porque la pasión le arrastra una vez y otra. El que es perezoso no se decide a plantearse sus deberes, deja pasar, se engaña y lo olvida. El que se deja influir demasiado por el ambiente es incapaz de hacer algo que pueda estar mal visto: le produce horror sin pensarlo, a veces, ni siquiera es capaz de pensarlo, tal es la presión del ambiente. Ninguno de ellos es realmente libre: no tienen la libertad de obrar bien, sólo la de obrar mal.
Néstor: ¿El hombre de una fuerte voluntad, de la razón recta que ama la verdad puede considerarse libre de ignorancia y de debilidad?
Lorda: Para ser libre interiormente hay que vencer la ignorancia y las distintas manifestaciones de la debilidad. Hace falta que la conciencia funcione bien: que descubra la verdad y que ponga orden entre los bienes y deberes.
El que ama la verdad sabe que tiene que buscarla: como hemos visto, nacemos con unos conocimientos morales elementales y necesitamos la experiencia de los demás. Para formar la conciencia hay que procurarse el conocimiento de los principios morales; hay que buscar personas rectas y con experiencia, para pedirles consejo antes las dudas y perplejidades; y no considerar humillante que nos corrijan. No podemos aprenderlo todo solos: necesitamos de los demás: de nuestros amigos; de nuestros padres, de las personas que nos quieren bien, de nuestro confesor. Los demás nos ven de fuera y con más objetividad que nosotros mismos; todos tenemos una rara facilidad para engañarnos en lo propio.
Además hay que saber sacar experiencia de los propios actos y examinar con frecuencia, incluso diariamente, lo que hemos hecho para valorarlo y corregir los errores. Hay que ser humildes para reconocer los errores técnicos y prácticos y rectificar. Esto acaba dando una gran sabiduría. El esfuerzo para vivir honradamente da una penetración especial para conocer la trama de los actos humanos y poder también ayudar a otros.
Nuestro invitado de hoy: Heráclito: “No está bien ocultar la propia ignorancia sino descubrirla y ponerle remedio».
El autor es vicealmirante retirado de la Armada Dominicana.