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Corrupción, enfermedad del siglo

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Los informes dicen lo que ya se sabe, aunque siguen impresionando: “La corrupción se ha extendido de manera preocupante por República Dominicana”, expone el documento emitido por el centro de Estrategia y Estudios Internacionales (CSIS), con sede en Washington, y añade que “la situación es tal que, de enquistarse, podría erosionar las bases democráticas del Estado dominicano”.
 
También se refiere a la concentración de poder en manos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), frente a una oposición inexistente y una especie de “anorexia” o indiferencia a lo que lamentablemente está a la vista de todos, como “cultura de la corrupción”, que puede lastrar muchas cosas, incluyendo el desarrollo de las relaciones comerciales, no solo con los Estados Unidos, como refleja el texto, sino también con otras naciones.
 
Nadie mejor que la sociedad dominicana conoce sus interioridades e interpreta la realidad actual, no solo porque el Partido Revolucionario Dominicano se ahogue en divisiones que le debilitan paso a paso y 2016 va avizorando su cercanía con pancartas muy grandes- y muy adelantadas-, que hablan de candidaturas peledeístas, a quienes será muy difícil desprender del trono del poder; sino también porque se sabe que cada reforma constitucional ha posibilitado mantener a sus miembros en las altas cortes y como certifica el CSIS, el clientelismo continúa su paso “al punto de afectar seriamente la economía”.
 
De la droga, tampoco pueden hablar más lo de afuera que los de adentro, la vieja imagen de país puente, ha sido sucedida por la de “puente y consumidor” y aunque este documento, creado por iniciativa del director de Investigaciones de la CIA, en 1962, que según se plantea “se convirtió al poco tiempo en el preferido por los analistas de la Guerra Fría que lideraban Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski”; también empleado por Reagan y Bush, dirige con certeza sus acusaciones en este sentido, debía añadir en este último punto la responsabilidad de países como los Estados Unidos y de Europa en ese trasiego interminable de las drogas, tan unida a la corrupción como la bacteria a la enfermedad.

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