Si bien las tormentas, vaguadas y “malos tiempos”, están pasando – a Dios gracias-, sin dejar muchas secuelas, aunque todavía muchas familias enfrentan los daños que la recién transcurrida tormenta dejó en sus humildes hogares aguaceros, lo cierto es que bastante bien va saliendo el país de las “furias naturales” que peligran en estos días.
Muchas regiones del país sufrieron y sufren las alertas, y sin aspavientos ni alarmas, estas deben mantenerse durante la etapa ciclónica que avanza hasta noviembre, sin soslayar las secuelas que las lluvias dejan; sin minimizar las amenazas del Dengue, que no se ha extinguido y cuyos transmisores- los mosquitos Aedes Aegypti-, se propagan sin pudor en cualquier descuido, en medio de malezas, aguas acumuladas y otros residuos que sirven de caldo de cultivo a quienes pueden provocar la muerte misma.
Las autoridades sanitarias adoptan medidas que intentan controlar los brotes de esta enfermedad y otras que proliferan en estos días lluviosos. Pero no hay mayor guardián que la propia familia.
Las enfermedades no tienen distinción clasista y afectan por igual a todos. De ahí que la labor individual es tan primordial como la colectiva; en los hogares, barrios, sectores residenciales y cualquier área del país se debe velar por la limpieza de sus patios, por volcar los vasos desechables, las gomas viejas y los cascarones de huevos que contienen agua estancada, tal y como tanto se ha dicho para evitar los criaderos.
Ninguna medida es excesiva. La vida, repetiremos hasta el cansancio, debe preservarse y cuidarse por encima de todo.
El principal guardián
LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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