Siempre se ha repetido con razón que la pobreza determina a la hora de analizar la historia sobre las adolescentes embarazadas en República Dominicana, razón por la cual el país ocupa unos de los primeros lugares en la región por esta causa.
Según el ministro de Salud Pública, Freddy Hidalgo, “en el trimestre de abril a junio del presente año, mil 811 embarazadas menores de edad fueron consultadas, y la edad de 71 de ellas está en el rango de 10 a 14 años; así como las restantes mil 740 tienen edades comprendidas entre 15 y 19 años, y representan el 96.1 por ciento de los casos de menores”.
En unos de sus informes, el PNUD señalaba que en el país, “la pobreza de ingresos sólo cuenta una parte de la historia”, lo cual implica, según detalla dicho contenido: “que quienes viven por encima de la línea de la pobreza extrema monetaria pueden aún sufrir privaciones en educación, salud y condiciones de vida”.
Ni hablar de la tasa de mortalidad materna, por cuya causa un gran número de menores han quedado huérfanos , porque cada vez más los errores se visten de negro y aunque instituciones estatales y privadas han desarrollado campañas, programas y otras iniciativas para la prevención del embarazo en adolescentes, el país se posiciona penosamente a la vanguardia en estas cifras, unido a lo cual la pobreza sigue jugando el rol más importante como causa del incremento, como reflejo de la falta de acceso a información, educación, servicios de salud sexual y reproductiva, y uso de métodos anticonceptivos.
Los problemas económicos y sociales se engarzan como eslabones de cadena: una cosa se suma a la otra y, sin duda, a menos instrucción educativa, menores son las oportunidades de desarrollo y consecuentemente, como ha sucedido, la sociedad se convierte en víctima principal, sobre todo estas adolescentes embarazadas, para quienes el futuro se cierra y la pregunta sigue siendo: ¿hasta cuándo y hasta dónde será así?
Embarazos adolescentes: parte de la historia
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